Pasó lo que se esperaba. Incluso los más voluntariosos sabían que Harris tenía pocas posibilidades de ser la primera presidenta mujer de la historia de Estados Unidos. Como abundan los análisis sobre las causas detrás de la victoria y sobre los errores que llevaron a la derrota, no añadiremos más explicaciones ni datos para constatar lo incontestable.
Vuelve Trump y, a partir del 20 de enero de 2025, podemos afirmar que empieza una nueva era de la geopolítica mundial. ¿Qué podemos esperar? Las propuestas de Trump se resumen en una sola, muy clara y con consecuencias significativas en los frágiles equilibrios que gobiernan las relaciones internacionales: America first. Aunque el presidente electo de los Estados Unidos tiene fama de impulsivo, sus políticas son tan previsibles como lo era su victoria electoral; las grandes empresas europeas deben prepararse para un nuevo terreno de juego, político y económico.
Los pocos champions europeos en sectores estratégicos -defensa, tecnología, salud, movilidad – están llamados a jugar un rol importante si la UE quiere sobrevivir en esta nueva era. Para ello, las grandes empresas deben reforzar la diplomacia corporativa como una función primordial para proteger sus negocios actuales y decidir sus inversiones futuras. La geopolítica es el mapa dinámico de las tensiones de poder entre Estados o bloques de Estados. Se traduce en conflictos territoriales y por los recursos, pero no sólo. El fin de la globalización y la lucha por la hegemonía tecnológica son las claves de esa nueva foto del mundo y obligará a las empresas a operar en un entorno comercial fragmentado, con limitaciones de acceso a mercados importantes y con cadenas de suministro más frágiles.
El primer día de su anterior mandato, en 2017, Trump retiró a Estados Unidos del TPP, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, y en las primeras semanas impuso nuevas tarifas arancelarias a China. Es un recordatorio del uso de las relaciones comerciales para ejercer la presión política. Se acabó el libre comercio. Basta leer No trade is free, de Robert Lighthizer, para entender cómo va a ser este segundo mandato. Está todo escrito.
Así las cosas, las empresas europeas pueden esperar tres cosas, al menos: una reconfiguración de los bloques económicos, proteccionismo e instrumentalización del comercio como herramienta de poder (sanciones, restricciones, aranceles), y disrupción en las cadenas de suministro. La transición energética y verde estará en el centro de todas las tensiones. Ante esto, que ya se viene fraguando en los últimos años y también a raíz de la epidemia mundial de Covid en 2020, las empresas han empezado a priorizar la resiliencia frente a la eficiencia. La buena noticia es que las relaciones trasatlánticas continuarán siendo el epicentro de la economía mundial, como señalaba recientemente Dan Hamilton, de la Universidad Johns Hopkins en una entrevista a El País.
Además de resistir y adaptarse, las empresas europeas deben aprender a influir y a colaborar con los gobiernos para competir en el nuevo desorden mundial y ayudar a definir el papel de Europa en el mundo. Pueden ser mejores embajadores que los propios diplomáticos. ¿Cómo? Promocionando un comercio justo, impulsando proyectos estratégicos transnacionales y actuando como motores de desarrollo en mercados emergentes. Sobre todo, deben mejorar su manera de participar en la construcción de políticas públicas y de las relaciones internacionales. La nueva era Trump exige una nueva forma de influir. ¿Estamos preparados?