Vivimos en la época de la fiebre de la Inteligencia Artificial (IA). Aunque no se trata de nada nuevo, en los últimos dieciocho meses ha pasado de estar en las sombras a convertirse en (quizá) la tecnología que definirá la próxima década.
Las herramientas de IA generativas del lenguaje dirigidas al consumidor final, como ChatGPT o la IA conversacional de Microsoft Bing, han cautivado la atención del público y han ganado una gran popularidad en muy poco tiempo. En concreto, ChatGPT es la aplicación de más rápido crecimiento de todos los tiempos: en los dos primeros meses tras su lanzamiento ya consiguió alcanzar la cifra de 100 millones de usuarios activos. Apps tan conocidas y utilizadas como TikTok o Instagram necesitaron de nueve meses y dos años y medio, respectivamente, para conseguir este mismo hito.
El potencial acelerador de la IA va mucho más allá, con impacto en todo tipo de sectores y geografías. Por ejemplo, en Estados Unidos, se invierte en IA un 20-30% del presupuesto anual dedicado a sanidad, superior a los 4.000 millones de dólares. El ahorro obtenido con la implantación de la IA podría destinarse al desarrollo de otras áreas.
En líneas generales, según apuntan los expertos en la materia de la gestora de activos internacional Columbia Threadneedle Investments, en los próximos 10 años la IA podría añadir unos 10.000 millones de dólares de valor económico a nivel mundial, a través de la innovación de productos/servicios y el aumento de la productividad. Excluyendo el impacto de la inflación, esto podría suponer un 30% del crecimiento económico.
En la fiebre del oro, compre las palas
La realidad es que es muy complicado tener una gran certeza sobre cuáles de estas empresas que trabajan en torno a la IA van a convertirse en los negocios protagonistas del futuro y cuáles terminarán en el cementerio de la promesa eterna.
Ante esta situación, no existe mejor modo de decidir cómo actuar que mirar a la época de la fiebre del oro. Cuando se daba, no todo el mundo conseguía hacerse rico encontrando este metal precioso, si es que alguien llegaba a encontrarlo realmente. ¿Quiénes fueron los que realmente se enriquecieron en aquella época, sin importar el éxito de los improvisados mineros? Los vendedores de palas y demás material de excavación.
¿Quiénes son los “fabricantes de palas” del presente? Uno de ellos es TSMC, un líder mundial en fabricación de semiconductores, con más de un 50% de la cuota de mercado de fabricación de chips. Su producto se utiliza en todo tipo de dispositivos y sectores, desde smartphones hasta coches y hardware en la industria sanitaria.
Para hacernos una idea de la potencia de los dispositivos que utilizamos hoy en día, en los que se implementan los chips fabricados por TSMC, cada uno de los 7.000 millones de smartphones que el 85% de la población guarda en sus bolsillos tienen mayor potencia que la que disponían los ordenadores que la NASA utilizó para guiar el Apolo 11.
Demanda estructural de chips
La demanda de potencia computacional seguirá creciendo exponencialmente como fruto del desarrollo y el incremento del papel de la IA. Es por ello por lo que hay tanto apetito por los chips. Sin ir más lejos, la potencia computacional requerida para entrenar los modelos de IA generativa del lenguaje se ha duplicado al pasar menos de cuatro meses desde el año 2012, como refleja un estudio elaborado por la propia OpenAI.
Ante esto, compañías como Nvidia, Google, Apple y otras tantas continuarán destinando importantes cantidades de dinero a desarrollar chips sofisticados que apuntalen esta aceleración de la potencia computacional. ¿A quién acudirán para ello? A la empresa líder del mercado, TSMC.
Applied Materials, líder mundial en soluciones de ingeniería de materiales para las industrias de semiconductores, pantallas planas y energía solar fotovoltaica, ha cifrado el crecimiento de los ingresos de la industria de la IA en un billón de dólares anual. TSMC, y también Nvidia (cuyas Unidades de Procesamiento Gráfico (GPU) dominan dentro de la IA, estarán en el corazón de este crecimiento, sin importar hacia qué negocio de IA orientada el consumidor termine rotando la escena.
Otra de estas compañías de “fabricación de palas” en las que invertir durante la fiebre de la IA es ASML. Se trata del actor dominante a nivel global en equipamiento litográfico, que utiliza la luz para imprimir circuitos en obleas de silicio. Sin esto, la miniaturización de los semiconductores es inviable.
Invirtiendo miles de millones de dólares en I+D durante un periodo de 17 años, ASML ha alcanzado el 100% de cuota de mercado de litografía de Ultravioleta Extrema, que crea unos patrones de circuito extraordinariamente finos en los chips. Para generar esta luz EUV, un láser de CO2 dispara dos láseres separados a una gota de estaño en movimiento acelerado, lo que evapora el estaño y crea esta luz EUV. Este proceso lo hace en hasta 50.000 veces por segundo.
Cada una de estas máquinas EUV cuesta cientos de millones de dólares, tarda entre 12 y 18 meses en fabricarse y requiere la coordinación de, literalmente, miles de proveedores. Enviadas a TSMC, Intel y Samsung, cada máquina pesa la asombrosa cifra de 180 toneladas, y debe desmontarse y transportarse en 40 contenedores de envío, a través de varios aviones, y una vez en las instalaciones de un fabricante de chips, un equipo de ASML debe estar in situ para su mantenimiento.
La propagación de la inteligencia artificial por la economía y por el mundo será un proceso notable, profundo y quizá angustioso. Probablemente supondrá tanto la creación como la destrucción de empresas y cambiará para siempre la forma de trabajar. Pero una cosa es casi segura: requerirá cada vez más potencia computacional, y los chips serán la base. Creemos que TSMC y ASML son dos de las empresas mejor posicionadas y más dominantes del mundo para formar la columna vertebral de este auge de la fabricación de chips.
Análisis