El concepto de viajar sin equipaje es una metáfora bastante recurrente. Una referencia al alivio y desahogo que supone el despreocuparse de las pertenencias y disfrutar y vivir el momento sin complicaciones. Sin embargo, a la hora de viajar, aun en solitario, el equipaje es nuestro compañero, un conjunto de cosas que se convierten durante ese periodo de tiempo en nuestra casa y de las que deshacerse cuesta más de lo esperado.
Según la SITA, durante 2022, las aerolíneas registraron más de 26 millones de maletas perdidas, un imprevisto que marcó el viaje de casi 2,5 millones de pasajeros. Es entonces cuando aparece la llamada equipajefobia, que según DICCEt (Diccionario Español para todos) es el “odio o aversión a viajar con equipaje, especialmente cuando es pesado o aparatoso”. Un estigma aplicable no solo al viajero, sino también a los vecinos de ciudades turísticas, a los que atormenta el estridente sonido de las ruedas por la calle, situación que ha llevado al Ayuntamiento de Dubrovnik (Croacia) a prohibir a los turistas arrastrar su equipaje, o las quejas de residentes por la saturación de personas con maletas en el transporte público.
Procesos como organizar y decidir qué incluir en la maleta, de cuánto espacio dispones o qué será lo que más vas a necesitar, son algunas de las problemáticas a las que cualquier viajero se enfrenta antes de comenzar su viaje. Una molestia a la que le siguen otras como la ralentización que supone el facturar el equipaje o qué hacer con este mientras pasas las últimas horas de visita en la ciudad hasta que retomas la vuelta a tu destino.
Está claro que viajar con las manos en los bolsillos, como cuando paseas por tu ciudad, es el ideal de cualquier turista. La búsqueda de la comodidad y la agilización de procesos es una de las constantes de la humanidad: ahorrar tiempo y esfuerzos. Una idea que recoge el concepto de innovación, proceso en el que convergen la creatividad humana y el desarrollo tecnológico necesario para hacerlo realidad. Es así como surgieron ideas revolucionarias como las redes sociales, servicios de envío a domicilio o el comercio electrónico. Soluciones que cambiaron el paradigma y plantearon una transformación social.
Viajar por placer, es algo que, hasta hace no tanto, era un lujo que solamente podían permitirse las clases más altas. Ahora que es algo más accesible para la mayoría de la población, buscar soluciones que permitan viajar de modo despreocupado para un gran afluente de viajeros, es uno de los principales retos del sector turístico. A tal efecto, alternativas que te liberen de tener que hacer cambio de moneda, uso de traductores en línea que te ayuden a entenderte en un idioma diferente o servicios que te permitan visitar la ciudad sin tener que cargar tu equipaje, opción que más de 4.000 turistas en ciudades como Lisboa, Madrid o Barcelona, entre otras, usaron en 2023 según datos de LUGGit, son algunos remedios que facilitan la aventura. Una doble ganancia, tanto para el bienestar como para el disfrute, que da respuesta a la búsqueda de la comodidad y tranquilidad que tanto buscamos todos.
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