Abandonó la arena política como a ningún político le gusta. Derrotado por François Hollande. Arrasado por la crisis económica que arrastra Europa desde 2008 y que ha quemado a todos los gobiernos en la región, menos al de Angela Merkel en Alemania. Atrás quedó uno de los presidentes de Francia más polémicos y rodeado por casos de corrupción, que no terminaron de salpicar su figura.
Sarkozy vuelve como la esperanza de la derecha moderada, que quedó relegada a la oposición, en plena descomposición sin un liderazgo claro y perdiendo terreno a marcha forzadas frente a la extrema derecha del Frente Nacional. Y lo anunció como se comunican los políticos en esta era, en su página de Facebook con un escueto mensaje en el que expresó su deseo de presentarse a las elecciones primarias de la Unión para un Movimiento Popular (UMP) del próximo noviembre. "Quedarse a un lado con la situación en la que se encuentra Francia sería una suerte de abandono", indicó.
La entrada en escena de Sarkozy abre antes de lo previsto la carrea electoral para el Palacio de Elíseo. En el UMP no hay ninguna figura que pueda impedir que el político francés vuelva a coger las riendas del partido, pese a que Alain Juppé y François Fillon quieren presentar sus candidaturas. Para los analistas es un simple trámite hasta que anuncie su candidatura. En las primeras entrevistas tras el anuncio las respuestas y las iniciativas de Sarkozy están planteadas en clave electoralista para recuperar lo antes posible el terreno perdido de la agrupación.
Las primeras promesas del ex presidente han sido enderezar el rumbo de la coalición, dividida en familias políticas, arruinada y salpicada por múltiples casos de corrupción. Sarkozy se ha fijado pasar página y dejar atrás el oscuro pasado de la formación, del que fue tan responsable como los actuales dirigentes. Ha anunciado que cambiará el nombre del partido, establecerá una nueva organización e instalará un relevo con el objetivo de hacer volver a los militantes y a los donantes para enderezar las cuentas del partido.
Sarkozy se ha presentado como la esperanza de la centro derecha francesa. "No es mi culpa que no hayan sabido cubrir mi vacío", ha explicado en Le Journal Du Dimanche, con una postura de salvador frente a Marine Le Pen y los socialistas. Y sin dejar de arremeter contra sus competidores en el partido. A Juppé por rozar los 70 años y haber sido condenado hace una década a un año de inhabilitación por malversación de fondos públicos y a Fillon por "falta de carisma".
Las elecciones presidenciales se celebrarán en 2017 y el terreno parece despejado para Sarkozy con escasa oposición interna, un Gobierno socialista impotente ante la situación económica del país y un presidente cada vez con peor imagen. Sin embargo, le persiguen la sombra de varios casos de corrupción. El pasado mes de julio fue detenido e imputado por tráfico de influencias. Y no es el único. Campañas con financiación proveniente del régimen de Gadafi, financiación irregular del partido, escuchas ilegales y viajes relacionados con el tráfico de drogas.
Ante la presión de la justicia, Sarkozy responde con tranquilidad que no hay pruebas que relacionen los delitos con su persona. "¿En caso contrario volvería de nuevo a la vida pública?", pregunta.
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