No es un Four Seasons, ni de lejos. El famoso Rheinhotel Dreesen tiene solamente 74 habitaciones, pero posee un activo mucho más valioso que el lujo brillante y espacioso de los hoteles de cinco estrellas de nuestro tiempo: está ubicado directamente en la orilla del Rin, el río que ha determinado gran parte de la historia de Europa en el último siglo y tiene un jardín, un Biergarten. Aquí se han alojado desde Charlie Chaplin a Eisenhower, casi todos los grandes de la política y cultura mundial.
Cuando la tele alemana tiene la idea de resumir los 128 años del hotel, ubicado cerca de Bonn, la familia propietaria Dreesen ve directamente la enorme oportunidad que se les presenta. Ahora, como antes, todo el mundo habla de su exquisito alojamiento en frente del Siebengebirge y al lado del Rin. Mientras, en alemán, la serie sobre el hotel se llama La casa blanca al lado del lago, en el extranjero es el Hotel Europa por haber sido un cruce de todos los conflictos europeos. Quien entra ahora en el hotel siente una autenticidad y modestia que raramente se encuentra en alojamientos tradicionales de este tipo, lo que también tiene que ver con que no es una cadena y todavía está gestionado únicamente por la familia Dreesen en forma de una S.L..
El Rheinhotel vivió primero la hostilidad, pero después también el talento artístico de los franceses que lo ocuparon durante un tiempo. En los años 20 se organizaron conciertos, musicales y cabaret en la sala de baile con vistas al Rin. Después de la Primera Guerra Mundial, los Dreesen tuvieron que gestionar la peligrosa afinidad de Hitler y los nazis por el hotel, cuyos propietarios eran judíos. Después de las dos guerras se convirtió en el hogar donde se negoció, en parte, la Unión Europa, y se albergaron tanto refugiados como diplomáticos.
Aquí, en frente de la villa oficial del estado alemán Petersberg, se decidió que Konrad Adenauer fuera el nuevo canciller de una Alemania democrática y, luego, que Bonn se convirtiera en la nueva capital. La gran crisis llegó cuando se decidió en 1994 que la capital de la Alemania reunificada fuera Berlín. En un cuarto separado a la entrada del hotel, el propietario, Fritz Dreesen, cuenta a DIRIGENTES las bases de una gestión familiar que comienza con su hija Anna Maria en la quinta generación.
¿Cuál es la receta del éxito de su hotel tan legendario?
Hemos tenido suerte porque después de las dos guerras mundiales hemos sido uno de los pocos hoteles al lado del mítico Rin que todavía están intactos después de todos los bombardeos. Y, después, hemos aprovechado que el primer canciller, Konrad Adenauer, era de Bonn y esta ciudad tan cómoda se convirtió en la capital de la Alemania occidental. Así, dentro de nuestros muros, se ha creado no solamente la nueva Alemania democrática sino también se han puesto las bases para una Europa unida y en paz como la vivimos ahora. En la actualidad, nuestra facturación se compone de un 60% por gastronomía, también tenemos un Biergarten, una terraza de verano para tomar cervezas con una vista única al lado del Rin. Lo más popular es nuestro brunch los domingos que reúne a muchas familias de la región. Sin embargo, el 40% de la facturación lo conseguimos con el alojamiento. Después de la pandemia nos hemos recuperado y este año llegamos a 25.000 huéspedes, un 4% menos que en 2019. En 2023 queremos ya llegar al nivel prepandémico.
Fritz Dreesen, propietario de Rheinhotel Dreesen
¿Cómo ha influido el hecho que Adolf Hitler también era un huésped frecuente de su hotel?
Bueno, creo que la gente ha podido poner todo en un contexto. No tuvimos mucho margen para negar la entrada de Hitler en nuestro hotel en los años 20. Mi abuelo judío tuvo problemas de supervivencia financiera y, también, su madre judía estuvo en peligro con el ascenso de los nazis. Hitler no solamente protegió nuestro hotel por ser su alojamiento favorito, sino que también aceptó que pudieran seguir viniendo huéspedes judíos. Mi abuela se hizo amiga de la amante de Hitler, Eva Braun, que también venía al hotel. Eran tiempos muy contradictorios. Se bailaba y cantaba, todas las naciones mezcladas, mientras fuera estaban preparando otra guerra.
Después de esta historia tan nefasta para Alemania, es cierto que no fue fácil para nosotros quitarnos este pasado, para muchos fuimos la casa favorita de Hitler. También hemos invitado a miembros del Knesset a nuestro hotel que se han registrado en nuestro libro de huéspedes. Al mismo tiempo, el Dreesen se convirtió en el hotel favorito de muchos políticos europeos. La gente veía que somos anfitriones abiertos a recibir a todo el mundo que comparte nuestros valores y tradiciones, pero en ese tiempo tan especial no podíamos elegir, era pura supervivencia. Ahora nos gustaría que la productora siguiera con la continuación de la historia del Hotel Europa, contando la historia contemporánea y así podríamos quitarnos de encima la idea de Hitler con la se queda el espectador ahora.
¿Puede sobrevivir un hotel tan tradicional, también en su decoración y trato?
Hemos invertido siempre para mantener nuestra tradición. Estamos directamente al borde del Rin, lo que nos ha dado muchos privilegios ya antes de la primera guerra mundial. Nuestros huéspedes, que en su mayoría son personas ya de cierta edad, hay que reconocerlo, nos eligen sobre todo por ello. Ahora mi hija toma las riendas y con su formación en Estados Unidos esperamos que podemos atraer también más turistas internacionales. Bonn ya no es la capital, pero somos sede de instituciones de la ONU, de algunas empresas del DAX y ciudad de estudiantes. Nuestro hotel es uno de los favoritos de empresas para organizar conferencias y seminarios.
¿Cómo ha sido el cambio generacional?
Nunca es fácil. Tenemos un hijo y una hija. Las estrategias no siempre son las mismas. Me hubiera gustado que los dos llevaran el hotel, pero ahora será mi hija Anna Maria que empezó en enero. Ella tiene la mejor educación para hacerlo, habla idiomas y tiene una visión internacional del sector. Y, poco a poco, yo me voy a retirar del negocio operativo. Tenemos también un director que lleva el día a día del hotel.
¿Ha ayudado la fama televisiva?
Sí, sin duda. Mucha gente viene ahora por curiosidad y siempre me preguntan dónde está la galería de los famosos o en qué habitación ha dormido Chaplin o Greta Garbo. Pero nosotros nunca hemos cuidado este tipo de influencer marketing. Nuestra imagen sigue siendo de discreción y modestia. No queremos aprovechar la fama de nuestros huéspedes para nuestra facturación y creo que esto es la receta de nuestro éxito. Todo parece muy auténtico y real, no inventamos nada y no exageremos, aunque es cierto que Hitler y Chamberlain negociaron en nuestro hotel. En septiembre de 1938 se trasladaron las negociaciones para resolver la cuestión de los Sudetes con el primer ministro británico Neville Chamberlain al Hotel Dreesen. Somos muy conscientes de nuestra historia familiar y empresarial. Eisenhower ocupó el hotel como general y estuvo durante muchos meses y, luego, en 1959 también como presidente. Siempre hemos tenido una cercanía con las empresas de la región, también después de la guerra.
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