El tipo de cambio del renminbi chino estuvo pegado al dólar entre 1995 y 2005. Esto significa que, independientemente de los flujos comerciales, la divisa china siempre valía lo mismo. No variaba. Se mantuvo fijo durante 10 años, en 8,25, un valor lo suficientemente devaluado como para multiplicar por siete el déficit comercial de los Estados Unidos con China. Después, presionados por la administración Bush, los chinos no tuvieron más remedio que despegar su divisa del dólar americano. Entre 2005 y 2008, el renminbi se apreció un 20%, pero tras la crisis subprime estadounidense, las autoridades chinas volvieron a pegar su tipo de cambio hasta bien entrado 2010. El tipo de cambio, es preciso recordarlo, tiene como objetivo principal corregir los desequilibrios comerciales que tienen lugar entre dos determinados países. Por ejemplo, si Estados Unidos registra un déficit con China, la subsiguiente depreciación del dólar debe producirse para estimular las exportaciones americanas a efectos de corregir dicho desequilibrio. La política cambiaria del gigante asiático, sin embargo, ha desactivado este mecanismo de ajuste durante años. Con un tipo cambiario fijo, e intervenido, el déficit exterior estadounidense no podía menos que convertirse en algo crónico. Tras 2010, el renminbi volvió a despegarse, pero su tipo de cambio se mantuvo estrechamente vinculado al dólar hasta 2014. Una manipulación sistemática China tiene un tipo de cambio fijo e intervenido, en exclusiva, por el banco central (People’s Bank of China o PBOC). Cuando tiene lugar un superávit por cuenta de capital o corriente, una situación bastante común, en los mercados monetarios chinos se demandan más renminbis que dólares. Los inversores extranjeros necesitan vender dólares a cambio de renminbis para invertir en China. Y los exportadores chinos necesitan cambiar sus dólares, obtenidos de las ventas al exterior, para poder consumir en China. En este caso concreto, se ofrecen más dólares que renminbis en los mercados de divisas, dadas las exportaciones e inversiones recibidas del exterior. El dólar, por tanto, se debería apreciar tras cada superávit chino, cosa que no ha venido sucediendo en las últimas dos décadas. Más al contrario, las reservas chinas alcanzaron máximos históricos de cuatro billones gracias a la intervención sistemática del PBOC. Y por último, atendiendo a las teorías sobre paridad del poder adquisitivo, es relativamente sencillo comprobar que un mismo dólar puede comprar el doble de bienes en China. O, dicho con otras palabras, el renminbi arrastra en estos momentos una devaluación artificial del 50%. Hacia un cambio orientado al mercado El año 2014, sin embargo, comienza a marcar un punto de inflexión. China no puede seguir endeudando indefinidamente a Estados Unidos ni acumular tantos dólares en sus reservas de divisas. Es por ello que la reforma del tipo de cambio se antoja necesaria para corregir el déficit americano con China. Las autoridades chinas, en primer lugar, ampliaron la banda de fluctiación del renminbi con el dólar. Y, por último, tomaron como referencia una cesta de diferentes divisas para guiar su política cambiaria. Desde entonces, y pese a la notable apreciación del dólar americano, el renminbi se viene depreciando en una proporción mucho más reducida. En el gráfico siguiente, se puede observar cómo el USD-Index marca una apreciación del dólar en torno al 20% (línea azul). Sin embargo, la depreciación del renminbi es mucho menor en proporción (línea naranja). Reformas en 2017 El renminbi, ahora, cotiza en función de una cesta con 23 divisas diferentes. El dólar, evidentemente, está incluido, si bien con una ponderación reducida del 22%. Esto significa que el dólar sigue siendo una variable importante para la tasa de cambio del renminbi pero con dos diferencias fundamentales: 1) Los tiempos del renminbi pegado al dólar se han terminado. 2) El cambio del renminbi sigue vinculado al dólar pero en una proporción mucho menor, un 22%. Con todo, este mecanismo se aleja del ideal de un cambio libre, por lo que China sigue manipulando su divisa. Tiene previsto dejar de hacerlo cuando liberalice los capitales, y el renminbi sea plenamente convertible, hacia 2021. Pero, en estos momentos, el control del renminbi levanta ampollas entre los socios comerciales de China, fundamentalmente Estados Unidos y Europa. Se han producido avances destacados, sobre todo desde la anómala situación de los años 90, pero China sigue sin dejar actuar al mercado. Y esto, en una economía globalizada donde los países compiten por cuotas comerciales cada vez más elevadas, es jugar con ventaja.
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