Arranca la carrera hacia las elecciones generales, unos comicios caracterizados por el amargo sabor de boca que deja tener que volver a votar -la cuarta vez en cuatro años- pero con un escenario totalmente diferente al que se perfilaba en 2016, la primera vez que el país se veía abocado a tener que sacar las urnas de nuevo.
Las Cortes Generales se disuelven este martes tras su publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE) por real decreto. Se da por finalizada así una legislatura de cuatro escasos meses marcada por su inactividad. Supersticiones con el número aparte, solamente ha dado tiempo a celebrar dos plenos ordinarios y uno extraordinario, una comparecencia del presidente y cuatro de los ministros.
Con una duración similar a la que tuvo lugar a principios de 2016, entre las muchas diferencias que existen con respecto a ésta se encuentra el panorama macroeconómico. El PIB español venía de registrar un acusado repunte en 2015 que llegó a rozar el 4%, según la actualización del Instituto Nacional de Estadística (INE). Ese ejercicio no creció un 3,6% como se publicó en su momento, sino que lo hizo un 3,8%. Una cifra que rociaba optimismo tras la aguda recesión, aunque en realidad se tratara de un fugaz período de recuperación económica, con la división política como telón de fondo.
Se trata de cuatro años llenos de luces y sombras en materia económica en los que la contabilidad nacional ha perdido fuelle de manera escalonada. A tenor de los datos de la citada actualización, entre los años 2016 y 2018, el PIB ha pasado del 3% al 2,4%. La previsión es que siga cayendo. El organismo estadístico ha situado el avance interanual de la economía en el 2,1% hasta el pasado mes de junio, mientras que en términos trimestrales este dato ha sido del 0,5%.
Las estimaciones arrojan una tendencia a la desaceleración evidente. ‘Quien avisa no es traidor’, contempla el refranero español y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya lo dijo hace un año: «se avecinan tormentas». Desde entonces, ha corregido a la baja sus previsiones varias veces con España como ‘farolillo verde’. En línea con la tendencia que registra de un tiempo a esta parte, el organismo multilateral espera que esta economía crezca por encima de sus vecinos europeos hasta el 2,3%.
Mientras que el Ejecutivo encabezado por Pedro Sánchez prevé que el crecimiento sea del 2,2%, el Banco de España (BdE) ha recortado cuatro décimas su previsión hasta el 2% del PIB para este 2019. De cara a los ejercicios 2020 y 2021 esta cifra se llega a reducir al 1,7% y el 1,6%, respectivamente. Entre los factores que empujan dicha actualización a la baja se encuentra el panorama de incertidumbre que se vive tanto a nivel nacional como internacional.
Al margen del crecimiento, la decimotercera legislatura acaba con otros retos a abordar por parte de la próxima formación de Gobierno como es el empleo. España registra la tasa de desempleo más alta de la Eurozona -solo por detrás de Grecia-, hasta el 14%. En esta línea, los datos correspondientes al mes de agosto experimentaron su mayor subida desde 2010. En concreto, aumentaron en 54.371 personas con respecto al mes de julio.
A ello hay que añadir la deuda de las Administraciones Públicas, que si bien se ha reducido un 1% en julio, hasta el 97,61% del PIB, esta cuantía deja escaso margen de maniobra para poder afrontar otra recesión.
La economía española llega fatigada a las nuevas elecciones. Quedará por ver si el incremento en la nota de solvencia de la deuda soberana a largo plazo de este país de ‘A-‘ a ‘A’ con perspectiva estable por parte de S&P Global Ratings, consigue dar el impulso que necesita el PIB español para llegar a la meta con pulso ante el nuevo cambio de ciclo que se aproxima.
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