Micropagos. ¿El último salvavidas para el periodismo de calidad?

Por Ignacio Aguado, cofundador y CEO de Jastag. Ex-vicepresidente de la Comunidad de Madrid

A pesar de vivir todo el día bombardeados de noticias, coincidirás conmigo en que cada vez es más complicado estar bien informado. La inmediatez y la gratuidad se han convertido en los principales “drivers” sobre los que construimos nuestras rutinas de acceso diario a la información. La inmensa mayoría de la población no quiere ni pagar por la información ni esperar a tenerla. Queremos la información gratis y la queremos ya. Pero es que, al mismo tiempo, nos quejamos de la falta de rigurosidad de los artículos que leemos, del creciente sesgo de la prensa en nuestro país y de la baja calidad de los contenidos que llegan hasta nuestras manos.

De esta forma, entre todos hemos construido un modelo de oferta y demanda de contenido informativo autodestructivo, basado en una extraña convicción sociológica de la cual se desprende que las noticias deben ser gratis y, por lo tanto, no tengo que pagar por ellas. Este extraño “fenómeno”, que no se da con ningún otro bien o servicio, produce una precariedad galopante en las redacciones de periódicos y una falta de independencia cada vez más evidente en las cabeceras editoriales, lo que a su vez genera un descrédito de los medios cada vez mayor ante la opinión pública.

Y es que el modelo de negocio de los medios de comunicación, especialmente de la prensa, lleva años sumido en una profunda crisis de la cual no es capaz de salir. El sector vive en una encrucijada permanente que amenaza su propia supervivencia a medio y largo plazo, fundamentalmente debido a la incapacidad de encontrar vías de ingresos que les permitan garantizar, al mismo tiempo, su independencia editorial y su sostenibilidad financiera.

La pregunta que, a día de hoy, nadie ha sabido resolver con acierto es: ¿cómo generar contenido de calidad sin sacrificar la viabilidad de la empresa ni su independencia editorial? El modelo de suscripción ha sido, en los últimos años, un tablón al que se han agarrado muchos medios y gracias al cual -unos más que otros- han podido sobrevivir a la crisis del modelo de negocio. Sin embargo, basta con hablar con directores de medios o expertos en el sector para comprobar que el “muro de pago” o, lo que es lo mismo, el modelo de suscripción actual no termina de funcionar como se esperaba y, lo que es peor, está próximo a tocar techo.

Y es aquí donde entran en juego los “micropagos” o “pay per article”, una fórmula que podría cambiar radicalmente el panorama mediático si se enfoca correctamente por par- te de la industria periodística y de contenidos. Algunos dirán que eso ya se intentó y que la idea fracasó (habría que analizar el contexto y las razones de aquel “fracaso”). Otros que es imposible de implantar en España porque no existe “conciencia” de pago ni se ha hecho pedagogía suficiente al respecto.

Bien, yo digo que no hay otra alternativa. Y que, o lo intentamos, o el periodismo tal y como lo conocimos desaparecerá, abriendo definitivamente la puerta a la desinformación, los populismos y la manipulación generalizada de la realidad colectiva en la que vivimos. De hecho, ya estamos viendo y viviendo los primeros “destellos” de lo que nos espera si no hacemos nada como sociedad.

Pero, ¿qué son los micropagos y cómo podrían ayudarnos a salvar el periodismo? Los micropagos son pequeñas transacciones financieras que permiten a los usuarios acceder a contenido específico a cambio de una suma mínima de dinero. En lugar de pagar una suscripción mensual completa, los lectores pueden comprar artículos individuales o acceder a secciones premium mediante pagos de apenas unos céntimos que se descuentan de un “wallet” o cartera virtual previamente cargada con tu tarjeta.

Esta forma de ofrecer y consumir noticias, ya sean columnas de opinión, artículos de investigación o piezas periodísticas de cualquier índole; supone importantes ventajas tanto para los medios de comunicación como para los lectores. Para los medios de comunicación, supone una importante y vital diversificación de sus ingresos, ya que complementan el modelo de suscripción tradicional y les permite llegar a lectores ocasionales que, de otra forma, nunca generarían ingresos para el medio. Cada artículo puede generar ingresos, lo que es especialmente útil para publicaciones con audiencias amplias pero no necesariamente comprometidas con el medio en cuestión.

Por otro lado, este tipo de pagos por artículo suponen un incentivo importante para la calidad, ya que tanto periodistas como editores se esforzarán más a la hora de generar buenas piezas, sabiendo que cada clic cuenta. Los micropagos recompensan la excelencia y la investigación profunda. Es decir, logran que la calidad se convierta en moneda de cambio.

Desde el punto de vista de los lectores, las ventajas también son evidentes. Los micropagos democratizan la información de calidad. En lugar de leer información gratuita o estar suscrito a un único medio, cualquier persona puede pagar unos céntimos y tener acceso a contenido premium sin necesidad de contratar una o más de una suscripción tradicional. De esta forma, los lectores tienen la capacidad de elegir por qué contenido pagar y reciben un retorno tangible y de calidad por su “inversión”. Si solo les interesa un tema específico, no necesitan comprometerse con una suscripción completa.

En cualquier caso, los desafíos que tiene por delante esta nueva forma de leer la prensa o de consumir contenidos son, lógicamente, grandes. Y es que entrar en esta “rueda” requiere una mentalidad diferente, que los usuarios entiendan el funcionamiento y, sobre todo, que comprendan el valor que para ellos y para la calidad de nuestras democracias supone.

En definitiva, con esta reflexión no pretendo convenceros de que los micropagos vayan a ser la panacea ni que supongan la solución definitiva a todos los retos de la industria mediática actual. Pero sí que creo que suponen una solución prometedora y que, desde luego, sin ella, la supervivencia del periodismo actual se me antoja imposible. Solo el tiempo y las decisiones de unos y otros, marcarán el camino de lo que está por venir.

Opinión
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