Los datos que refleja la reciente VIII edición del Informe Anual sobre Tendencias de Fraude en Empresas de la Asociación Española de Empresas Contra el Fraude (AEECF), no resultan halagüeños. Así lo pone de manifiesto el 78% de las entidades en España que reconoce haber experimentado un aumento en los intentos de fraude, o el 61% que afirma haber aumentado el número de casos en los que el intento de fraude ha tenido éxito. Cifras bastante elocuentes y que, por sí mismas, indican el calado de este tipo de actividades que impactan directamente en la cuenta de resultados de las empresas en nuestro país.
Y es que la facilidad para cometer fraude a través de la dark web en España parece un escenario idóneo. Por 25 dólares se puede conseguir la numeración de una tarjeta de crédito española con todos los datos, incluido el CVV. Si el delincuente quiere invertir un poco más, por 3.800 dólares consigue un pasaporte físico de la Unión Europea no denunciado como robado. Alarmante, ¿verdad?
Otro dato significativo es que el 17% de las entidades pierde más del 5% de su negocio en casos de fraude consumado sobre el total de solicitudes. Y si acercamos la lupa al sector bancario, el citado informe de la AEECF aporta referencias útiles para poder dimensionar la relevancia del fraude. Por ejemplo, a pesar de que la mayoría de fraudes se concentra en importes menores, hay determinadas tipologías de fraude que indican que las empresas deben equilibrar sus estrategias de prevención y respuesta: como el fraude en los préstamos personales de más de 5.000 euros, tipología reportada por el 42,9% de las entidades, seguido por el uso fraudulento de tarjetas en importes de hasta 1.000 euros, destacado por el 35,7%, o las pérdidas superiores a 5.000 euros en operaciones de financiación al consumo, según el 23,1% de las entidades.
Con este escenario parece apropiado rescatar la máxima latina Si vis pacem, para bellum. O lo que es lo mismo, si deseas la paz, prepárate para la guerra. ¿Y cómo nos preparamos para combatir el fraude? La respuesta es sencilla: con tecnología, información y trabajo conjunto. Nos enfrentamos a un fraude globalizado, organizado e industrializado, al que solo podremos vencer aplicando tecnología, analítica avanzada y compartiendo datos entre empresas.
En los últimos años, el uso de tecnologías innovadoras como el machine learning o la inteligencia artificial (IA) nos está permitiendo detectar el fraude de forma más eficiente tanto en origen como en escenarios relacionados con la suplantación de identidad. Por ejemplo, con los chatbot implementados con IA podemos detectar comportamientos y patrones para saber si quien está intentando cometer un fraude con las claves de un cliente legítimo es un robot u otra persona. La combinación de IA y análisis de comportamiento, incluso del habla y la conducta en redes, sin duda ayuda en la lucha contra el fraude.
Un ejemplo de información y colaboración sectorial es la propia AEECF, que pone en contacto a empresas susceptibles de fraude con proveedores de soluciones tecnológicas para ser la mayor comunidad de empresas de referencia que combaten el fraude en nuestro país. La Asociación incide en la importancia de la educación y generación de conciencia social entre los consumidores y empresas mediante la realización de estudios que identifican las últimas tendencias antifraude y los sistemas preventivos más avanzados. Y, además, potencia la unión y colaboración empresarial en la lucha contra el fraude en torno al primer sistema multisectorial denominado Hunter.
Hunter, es una herramienta de referencia multisectorial de intercambio y compartición de datos para la lucha contra el Fraude, que abandera la Asociación. La AEECF está formada por más de 30 entidades de diversos sectores que aportan casi 20 millones de solicitudes anuales. Este análisis e intercambio en tiempo real de información de millones de datos de solicitudes y cruce con operaciones sospechosas de fraude (datos incongruentes), junto con la aplicación de reglas y scorecards personalizadas, han permitido evitar 150 millones de euros en fraude el año pasado.
Compartir datos permite crear estadísticas comunes, aumentar el conocimiento conjunto sobre el fraude a todos los niveles y poder realizar un análisis de resultados periódicamente. Todo, en aras de poder tomar decisiones unificadas como sector, y adoptar medidas conjuntas en la lucha contra el fraude.
Solo dejando a un lado los temores a compartir información y el pudor de haber sido víctimas del fraude podremos trabajar juntos, compartiendo datos, enseñanzas y aprendizajes. Juntos somos más fuertes y seremos capaces de detectar el fraude en sus primeras manifestaciones. La educación es crítica y la colaboración entre entidades es imprescindible. Compartir es ayudar en la prevención.
Opinión