Unos precios bajos durante un periodo prolongado de tiempo, por ejemplo, podrían reavivar las fusiones y adquisiciones (M&A por sus siglas en inglés) de la industria. Muestra de ello es la compra por parte de Repsol de la canadiense Talisman, por unos 10.000 millones de euros, que permitirá a la española incrementar en un 76% su producción de hidrocarburos.
En este sentido, los expertos de Fitch consideran que podríamos asistir a "adquisiciones de empresas pequeñas, potencialmente en dificultades, por parte de corporaciones más grandes". Además, explican que la caída del crudo "reduce la capacidad de las principales empresas para financiar sus operaciones a través de desinversiones. Los compradores serían, por tanto, más propensos a ‘pagar’ mediante ampliaciones de capital en lugar de pidiendo prestado".
Los grupos petroleros de menor tamaño "suelen ser más vulnerables a los bajos precios del crudo, debido a su mayor apalancamiento, costes de producción y reducido acceso a fondos externos", destacan estos analistas. Es más, algunas pueden tener mayores dificultades para financiar sus programas de exploración y desarrollo mediante préstamos bancarios o emisiones de bonos, y "sus métricas crediticias podrían deteriorarse significativamente si los precios se mantienen por debajo de los 60 dólares el barril".
Todo esto podría hacer a estas compañías "blancos atractivos para las más grandes, con un mejor acceso a la financiación y la tecnología necesaria, y que han estado luchando por aumentar su base de reservas durante años". En concreto, estos expertos señalan como potenciales compradors a las "petroleras nacionales" y a las firmas de capital privado. Si bien, las primeras se centran principalmente en empresas de tamaño medio en lugar de en las pequeñas, ya que "los balances saneados siguen siendo su prioridad".
Por otra parte, los descensos del crudo suponen asimismo un obstáculo para las fusiones y adquisiciones entre las principales petroleras, ya que limitan su capacidad de vender activos. En los últimos años, muchas corporaciones se han vuelto cada vez más dependientes de las ventas para financiar su crecimiento o reducir deuda. Total, por ejemplo, obtuvo 12.000 millones con las desinversiones entre 2012 y el tercer trimestre de 2014, y espera hacerse con unos 10.000 entre 2015 y 2017.
Para la agencia de calificación, "esta estrategia probablemente deberá ser reconsiderada si los precios siguen siendo bajos, ya que la valoración de los activos caerá y los compradores tradicionalmente han sido los grupos pequeños" que tendrán más dificultades para conseguir dinero con el que financiar esas operaciones.
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