A lo largo de 2021, aprovechando el veto que las autoridades chinas le impusieron a la industria cripto, Estados Unidos quiso tomar la delantera y ponerle la alfombra roja a los mineros y empresarios del sector. En pocos meses, el gigante asiático pasó de minar el 55% de todas las criptomonedas a erradicar por completo la actividad, mientras que Estados Unidos escaló su cuota de mercado desde menos de un 10% hasta representar en la actualidad, y según datos de la Casa Blanca, un tercio de las operaciones de criptomonedas en todo el mundo. Ahora en el gobierno americano empiezan a preguntarse si fue buena idea abrirle de par en par las puertas al sector cripto.
A comienzos del mes de septiembre, la Casa Blanca hizo público un informe sobre las “Implicaciones climáticas y energéticas de los cripto-activos en Estados Unidos”. El documento, elaborado por expertos de diferentes agencias federales, fue encargado por el mismo gobierno estadounidense con el objetivo de determinar hasta qué punto el rápido crecimiento de la industria cripto en el país podría poner en riesgo sus objetivos climáticos (reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al 50% para 2030, y alcanzar las cero emisiones en 2050) y la seguridad energética del país. No en vano, si en China tomaron medidas contra el sector cripto fue por algo: el excesivo consumo energético de las granjas de minado amenazaba con colapsar su sistema eléctrico.
En los últimos dos años varias plantas energéticas en Estados Unidos se han reconvertido en centros de minado de criptomonedas, y sus emisiones de CO2 se dispararon. En 2020, una planta de energía en Pennsylvania que estaba a punto de cerrar fue comprada por Stronghold, una empresa de minado de criptomonedas. Sus emisiones anuales pasaron de 12.000 a 500.000 toneladas de gases de efecto invernadero. Lo mismo sucedió en otra central de Dakota, adquirida por una firma de minado de Bitcoin, o en otra más de Montana, donde las instalaciones pasaron de emitir 80.000 toneladas de CO2 a casi multiplicar por diez esa cifra, hasta las 750.000 toneladas.
Estados Unidos acoge alrededor de un tercio de todas las operaciones mundiales con criptoactivos. Si nos ceñimos únicamente al Bitcoin, el porcentaje de operaciones llega al 38% de todas las del mundo, un 3,5% más que en 2020.
0,3% de las emisiones globales
El impacto climático y el consumo energético del minado de criptomonedas es responsable, según el estudio de la Casa Blanca, de la emisión anual de entre 25 y 50 millones de toneladas de CO2 en Estados Unidos. Esto supone entre el 0,4 y el 0,8% de las emisiones estadounidenses. En todo el mundo, las emisiones del sector se estiman entre 110 y 170 millones de toneladas cada año, lo que significa sobre el 0,3% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero.
Respecto al consumo energético, el informe detalla que supone entre el 0,9 y el 1,7% del total de energía utilizada en Estados Unidos. Esa cantidad es la equivalente a la consumida por todos los ordenadores personales y el consumo doméstico de luz en Estados Unidos. Entre 2018 y 2022, el consumo eléctrico estadounidense destinado a la industria cripto se dobló, y las estimaciones de la Casa Blanca calculan que pueda cuadriplicarse en poco tiempo.
Según los cálculos del informe, las granjas de criptomonedas en todo el mundo utilizan anualmente entre 120.000 y 240.000 millones de kilovatios por hora, una cifra que supera a los empleados por países como Argentina o Australia. En total, representa alrededor del 0,4 o del 0,9% del consumo mundial de electricidad al año, lo que es comparable a lo que consumen todos los centros de datos del mundo.
Además de las emisiones de CO2 y del elevado consumo energético, el informe de la Casa Blanca destaca que los centros de minado de criptomonedas provocan “ruidos, impactos en el agua y otros tipos de contaminación”.
Transparencia y energías limpias
Para que el minado de criptomonedas pueda ser sostenible, los expertos de la Casa Blanca sugieren que modificar el protocolo de minado para adoptar otros modelos menos intensivos, como el software Proof of Stake, que permitiría reducir el consumo energético alrededor de un 1%. El informe advierte al sector que deberá “reducir significativamente el consumo de energía” y “fomentar el uso de electricidad limpia”.
Además, los expertos recomiendan instar a la industria cripto a que tenga una mayor transparencia y que publiquen “la localización de sus centros de minado, su uso eléctrico anual y sus emisiones de gases de efecto invernadero”.
Por último, la Casa Blanca avisa de que su obligación es asegurar el suministro energético en todo el país. En caso de que este se vea amenazado por el consumo eléctrico de las minas cripto, podría considerar “aplicar normas de fiabilidad y procedimientos de emergencia para garantizar la fiabilidad del sistema”.
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