Recientemente, el Secretario de Defensa, Chuck Hagel, advirtió de que la capacidad tecnológica militar de la industria estadounidense está desafiada por otras potencias mundiales. ¿Adivinamos cuáles? China y Rusia. Hagel ha pedido a la industria armamentística que sea más innovadora. "Estamos entrando en una era en la que el dominio americano en los mares, los cielos y el espacio ? por no mencionar el ciberespacio ? no está asegurado", aseguró Hagel, quien ha pedido al Pentágono que invierta "sabiamente" a pesar de la disminución del presupuesto en defensa (que todavía se sigue llevando la mayor partida del presupuesto estadounidense).
Otro campo en el que China está haciendo sombra a Estados Unidos es en materia energética; en concreto, en lo que se refiere a la importación de petróleo en la zona del Golfo Pérsico, donde China cada vez importa más y Estados Unidos, menos. Algo que, en parte, se explica por el incremento en la producción estadounidense y su intención de depender cada vez menos del exterior. Sin embargo, este cambio en el volumen de las importaciones podría cambiar las relaciones geopolíticas en la delicada zona del Golfo en el caso de que China gane una mayor presencia económica en la región por su demanda de petróleo; algo que podría pasar también con Rusia.
Como anécdota, China ya no solo empieza a ganar en los números sino de cara a la opinión pública internacional. En concreto, en Australia, según una encuesta de la Universidad Nacional, tanto China como Estados Unidos son igual de importantes para sus ciudadanos, algo que nunca había sucedido. El informe también asegura que un 52% de los australianos ve al gigante asiático como una amenaza económica.
Lo que espera Estados Unidos de China
En un informe del Servicio de Investigación del Congreso, el especialista en finanzas y comercio asiáticos, Wayne M. Morrison, analiza el crecimiento de la economía china de los últimos años y los retos que supone a la economía norteamericana. Según este documento, los principales desafíos de Estados Unidos de cara al gigante asiático son convencer a China de dos cosas: de aceptar su responsabilidad a la hora de mantener el sistema de comercio internacional y de poner en marcha más reformas económicas y comerciales para que China pueda modernizar su economía.
El informe sugiere que mediante el crecimiento de la demanda interna (que de hecho ha aumentado anualmente desde 2011) y la apreciación de la moneda, China podría importar más, lo que promovería el crecimiento y la recuperación de otras economías, según el documento. Claramente, Estados Unidos quiere que China abra sus fronteras, elimine barreras comerciales y abandone el proteccionismo. Algunos economistas afirman, de hecho, que en los últimos años se ha conseguido cierto equilibrio. Los datos se ven en una disminución del superávit comercial chino que los más negativos interpretan como un descenso en la demanda global más que un cambio significativo de las políticas económicas chinas.
De hecho, muchos inversores estadounidenses temen que en su esfuerzo por potenciar la economía nacional, en concreto en sectores en pleno desarrollo como son la tecnología y la innovación, en vez de animar el crecimiento a través de la competencia con otros mercados, se haga a través de subsidios y nuevas barreras comerciales, lo que tendría un efecto notablemente negativo en las compañías americanas.
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