En los tiempos que corren, y en los que vienen, ser ‘coopetidor’ ya se ha convertido en una buena opción. No nos hemos confundido de término, hablamos de la fusión entre la figura del ‘competidor’ y la acción de cooperar, para referirnos al trabajo en equipo entre organizaciones de un mismo sector y que se mueven en un mismo ecosistema con el fin de generar un crecimiento orgánico conjunto.
Se trata de una cooperación estratégica, en la que hay que compartir riesgos y recompensas en un camino que nos lleva a un objetivo común. Partiendo siempre de acuerdos transparentes que no interfieran en los intereses de las organizaciones implicadas, con respeto mutuo. Siempre poniendo sobre la mesa las fortalezas y debilidades de cada parte, aceptando nuestros errores con humildad, una base ideal para reaprender, corregir y, con ello, fortalecer nuestra estructura.
Ejemplos de estos objetivos a lograr los están marcando ya muchos de los retos que, como sociedad, tenemos por delante: las crisis sanitarias, el cambio climático, la tensión geopolítica, el déficit de talento promovido por las transformaciones tecnológicas constantes, etc. Afrontar estos gigantes en solitario puede ser un problema, sobre todo en los casos de pequeñas y medianas organizaciones, que no pueden abarcarlos todos a la vez.
Y todavía puede agravarse si complementamos esa labor en soledad con la competencia feroz que hemos visto en las últimas décadas, capaz de provocar cierres de empresas, despidos y situaciones complicadas para familias y colectivos. Algo que repercute, sin lugar a duda, a una peor situación económica generalizada. Por eso la figura del ‘coopetidor’ debe estar incluida en estrategias y modelos de gestión, con el fin de beneficiar a la sociedad en la que se opera.
Desde el Club Excelencia en Gestión hemos incluido todos estos conceptos en nuestros estudios de la gestión del futuro o Gestión 5.0. En ella hemos identificado tres palancas de acción principales: Personas y talento; Innovación y tecnología; y Alianzas y ecosistema, en la que hemos incluido al ‘coopetidor’. Está demostrado que los competidores que colaboran entre sí adquieren nuevos aprendizajes y alcanzan nuevas vías para enfrentar desafíos comunes.
Lo hemos visto durante la pandemia, cuando administraciones, investigadores, farmacéuticas y otros muchos agentes del entorno sanitario unieron sus fuerzas para que las repercusiones del virus SARS-CoV-2 fueran mucho menores. Por ejemplo, acelerando el proceso de creación de vacunas, o transformando procesos para que el acceso a tratamientos y medicamentos fuese más sencillo para los pacientes.
El ‘coopetidor’ es una filosofía esencial en los modelos empresariales modernos, en los que los Objetivos de Desarrollo Sostenible, promulgados por la ONU en 2015, van adquiriendo peso. Si miramos al Objetivo número 17, relacionado con las alianzas, nos damos cuenta de ello. Cada vez más, la interacción entre organizaciones se acerca más a un espacio en el que se comparten conocimientos y se comprenden las necesidades ajenas, aunque para lograrlo haya que buscar colaboradores y partners alineados con nuestro propósito, misión y visión.
Hablamos de convenios que nos pueden ayudar a llevar a cabo un proyecto de I+D+i al que no llegamos por falta de recursos. O con los que podemos ampliar nuestra cartera de servicios para dar mejor atención a nuestros clientes, asumiendo la experiencia de nuestros ‘coopetidores’ como propia y repartiendo trabajo y beneficios. Y no nos olvidemos de la fuerza que genera la unión de empresas de un mismo sector ante reguladores y Administración Pública.
Es más que necesario abrir la mente y dejar a un lado esa imagen de la confrontación con los competidores si queremos ser sostenibles en el futuro y adaptarnos a los cambios que van surgiendo de forma incesante. Afortunadamente cada vez son más las organizaciones que plantean este tipo de estrategias y que consiguen resultados sobresalientes, creando ecosistemas de excelencia que benefician a todo aquel que les rodea.
Porque no sólo mejoran sus resultados económicos, sino que también crean riqueza, empleo y apuestan por el talento con condiciones mucho más ventajosas para sus empleados, generando con ello un mayor compromiso con la labor realizada. Ese vínculo establecido también aporta proyectos innovadores y una mejor disposición al cambio, es decir, una mayor agilidad a la hora de transformarse.
Hablamos de condiciones que se replican de forma muy similar entre las organizaciones que ‘coopiten’, lo que aporta un mayor bienestar social y económico en estos momentos complicados en los que nos movemos.
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