Cada vez que llega un nuevo Mundial de Fútbol vuelven a saltar a la palestra la diversidad de opiniones entre los fanáticos de este tipo de celebraciones y partidarios de impulsarlo como una fórmula de crecimiento seguro para un país, y las descalificaciones hacia esta celebración, que no deja sino agujeros negros en las arcas públicas de los estados anfitriones.
Según los expertos, el impacto económico de un Mundial de Fútbol ronda el 0,7% del PIB. También es cierto que el 70% de las personas que siguen a un equipo de fútbol -o, en muchos casos, a un solo jugador- suelen gastar dinero en la compra de merchandising antes, durante y después de los partidos.
Pero bien es cierto que la realidad económica de cada país se impone en ocasiones a la alegría propia del fútbol. En Brasil hay 50 millones de ciudadanos que están por debajo del umbral de la pobreza y se prevé que más de 150.000 personas serán desalojadas de sus hogares durante el Mundial. El Gobierno brasileño, ajeno a las revueltas sociales en contra de la celebración del Mundial, ha invertido 14.500 millones de dólares en aeropuertos, estadios y nuevos sistemas de transporte, y se estima que el 90% de los costes serán asumidos por los presupuestos públicos. ¿Y qué recibirá el país a cambio?
El Gobierno brasileño espera que la Copa impulse el PIB en solo un 0,4%. ¿Recuperará Brasil todo lo invertido en el Mundial? Si atendemos a las cifras de otras Copas del Mundo, la respuesta gira más hacia el "no" que hacia el "sí". Un ejemplo: Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010. La primera Copa en suelo africano desató grandes esperanzas entre la población: se habló de crecimiento económico, perspectivas y nuevos empleos.
Pero el balance final invita a la reflexión. Según estimaciones de Naciones Unidas, 20.000 personas fueron desahuciadas de sus hogares para construir las infraestructuras necesarias para el evento. El coste para el Estado de Sudáfrica fue un 1.709% mayor de lo previsto. En lugar del beneficio esperado de casi 600 millones de euros, Sudáfrica sufrió una pérdida de 2.300 millones. La FIFA y sus socios, por el contrario, sacaron más de 2.500 millones de euros, un 50% más de lo ganado en el Mundial de Alemania en 2006, según recoge un informe de la Fundación Solidaridad Internacional.
Ante todo esto, diría que un Mundial de Fútbol más que impulso supone un batacazo económico. Veremos a ver si les salen las cuentas a Brasil. Quizá de ello aprendan los siguientes organizadores de Mundiales: Rusia en 2018 y, previsiblemente, Catar en 2022.
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