Tras la última reunión del Consejo de Gobierno el pasado 9 de marzo, el Banco Central Europeo (BCE) concluyó que continúa siendo necesaria un grado de acomodación monetaria muy sustancial para reactivar la inflación subyacente y mantener el índice de precios en niveles inferiores, aunque muy próximos, al 2% en el medio plazo. Por el momento, las estimaciones del organismo supervisor para los próximos años son bastante optimistas: con una inflación anual media armonizada (IAPC) del 1,7% en 2017, del 1,6% en 2018 y del 1,7% en 2019. Las agencia estadística Eurostat confirmó el incremento del índice hasta el 2% en febrero, frente al 1,7% de enero y el 1,1% de diciembre, aunque atribuye dicha escalada a las fluctuaciones registradas en los precios de la energía. Sin embargo, el Consejo ya ha anunciado que mantendrá sin variación los tipos de interés oficiales del BCE y sigue esperando que continúen en los niveles actuales, o incluso inferiores, durante un periodo prolongado de tiempo, superando con creces el horizonte de las compras netas de activos (APP). Precisamente esta medida «no convencional» parecía tener como fecha límite diciembre de 2017, tras la reducción de las operaciones desde los 80 millones actuales hasta los 60 millones a finales de marzo. Pero el organismo supervisor no ve clara la estabilidad de la inflación a medio plazo, ni del crecimiento de la Eurozona, por lo que puntualizó que en realidad «se mantendrían hasta diciembre, o hasta una fecha posterior, si fuera necesario y, en todo caso, hasta que el Consejo observe un ajuste sostenido de la senda de inflación que sea compatible con sus objetivos». En esta línea, la institución emisora señaló también que «si las perspectivas fueran menos favorables, o si las condiciones financieras fueran incompatibles con el avance hacia un ajuste sostenido de la inflación, está preparado para ampliar el volumen y la duración del programa de compra de activos«. La recuperación de la actividad económica es otro de los quebraderos de cabeza del BCE. La transmisión de las políticas monetarias está sustentando la demanda interna y facilitando el proceso actual de desapalancamiento. Sin embargo, el crecimiento económico de la zona euro se ha visto frenado por el lento ritmo de aplicación de las reformas estructurales y por los ajustes que aún deben realizar algunos sectores en sus balances. Según las proyecciones del BCE, el crecimiento del PIB real en 2017 será del 1,8%, en 2018 del 1,7% y en 2019 del 1,6%. Otra de las preocupaciones de la entidad es que los indicadores de la inflación subyacente se han mantenido a niveles muy bajos. Se espera que estos indicadores aumenten sólo de forma gradual a medio plazo, pero con el apoyo de las políticas expansivas. Para lograr este objetivo, la Eurozona debe insistir en la recuperación económica prevista y en la correspondiente absorción gradual de la capacidad productiva sin utilizar.
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