Al Banco Central Europeo (BCE) se le acaba la paciencia, y es que todos los indicadores han respondido a sus políticas ‘no convencionales’ a excepción de uno, la tasa de inflación, que alcanzó el 1,9% en abril tras meses de alta volatilidad. Mientras que la economía de la Zona Euro no estabilice sus precios en torno al 2% no se retirarán los estímulos (subida de tipos, fin del programa de compra de activos y bonos), por lo que se prevé que el presidente de la entidad, Mario Draghi, vuelva a esquivar la pregunta sobre una posible fecha límite en su comparecencia de este lunes ante el Parlamento Europeo. Los datos de crecimiento y confianza están en máximos pre crisis y la tasa de desempleo a niveles de 2009. La liquidez inyectada por el organismo está comenzando a llegar a la economía real, con el mayor ritmo de incremento del crédito a los hogares desde 2010 (2,4%) y de crédito a las empresas desde 2009 (2,4%). Todas las economías están aprovechando los vientos de cola, a excepción de un par de cisnes negros como son Grecia e Italia. Sin embargo, no es suficiente para que el BCE tome decisiones contundentes en torno a la normalización de su política monetaria, más allá de la reducción de programa de compra de activos a partir de marzo. Algunas entidades ya se aventuran a profetizar cuándo ocurrirá el esperado cambio de rumbo. La pasada semana, el consejero ejecutivo del BBVA, José Manuel González-Páramo, auguró que la primera subida de tipos se producirá a finales de 2018, y que mientras tanto se procederá a la normalización mediante la reducción del programa de compra de bonos. Otros son menos optimistas, como la agencia de calificación Moody’s, que no espera un incremento de las rentabilidades hasta 2019, como mínimo, y 2021, como máximo.
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