Corría abril del año 2009. El viaje de mi luna de miel ya estaba preparado, y con gran ilusión. A finales de junio iba a descubrir Riviera Maya, en México, una de las grandes maravillas del mundo. De repente, la noticia de que se había desatado la gripe H1N1 (que sería bautizada mundialmente como Gripe A) corría como la pólvora en la prensa mundial. El primer contagiado se había localizado en México y la pandemia se estaba extendiendo. Empezaban a aparecer los primeros casos en Europa. La enfermedad se contagiaba por el aire y podía provocar la muerte.
Familiares y amigos me decían que viajara a otro sitio. No era el mejor momento para ir a México. Las mascarillas del fabricante industrial 3M empezaban a agotarse en las farmacias y las medidas en los aeropuertos cada vez eran más estrictas. Todos querían estar protegidos. No era de extrañar que el coste de mi viaje se redujera en pocos días a la mitad de precio, debido a las cancelaciones masivas de viajes a Latinoamérica. Y decidí arriesgarme. Una vez en México, nadie hablaba de Gripe A, no había psicosis y algunos mexicanos ni siquiera habían escuchado la noticia.
Desde hace años, la relación entre vida humana y negocio se ha hecho muy estrecha, hasta el punto de resultar casi descarada. Cada vez son más las voces que se atreven a denunciar que la industria farmacéutica se inventa enfermedades para ganar dinero.
Lo cierto es que 3M superó los 4.000 millones de dólares de beneficio en 2010, un 28% más. Y, a su vez, las ganancias de 2009 también habían superado las expectativas. Y no se ‘cortaron un pelo’ al decir el motivo: por una fuerte demanda fuerte de mascarillas en todo el mundo. El pánico a ser contagiado por la Gripe A surcó los océanos y llegó desde Latinoamérica hasta el último hogar del Planeta. Y desde entonces han sido muchas las voces que han asegurado que dicha pandemia nunca existió.
Los casos de enriquecimiento desmedido por parte de los laboratorios se repiten sin cesar. En España, los afectados por la Hepatitis C, una drástica enfermedad que mata a 12 personas cada día (y que afecta a 150 millones de personas en todo el mundo), se encuentran día sí día también con el portazo del Gobierno a su petición de que se amplíe la partida presupuestaria para suministrar el tratamiento a todos los pacientes. Mientras que los afectados por esta enfermedad, encerrados desde hace un mes en el Hospital Doce de Octubre de Madrid, son testigos en primera persona de la muerte de varios de sus compañeros según van pasando los días, conocemos que el precio del tratamiento es mil veces superior al coste que supone producirlo.
En estos momentos, el coste de su tratamiento (Sovaldi, patentado por el laboratorio estadounidense Gilead) es de 40.000 euros para 12 semanas, según denuncian algunas asociaciones de afectados por la Hepatitis C. "Es inaceptable que por culpa de un perverso modelo de patentes farmacéuticas privadas y monopolísticas haya que pagar 1.000 veces más de lo que realmente cuesta la producción de las pastillas", se quejan las asociaciones de afectados.
La Justicia estadounidense ya investiga a Gilead por considerar que el astronómico precio del Sovaldi no está justificado. Pero hay que recordar que Estados Unidos es famoso tanto por "atacar" a la industria farmecéutica, como por las sombras de su gestión ante las crisis sanitarias.
A mediados de agosto, fue muy sonado el anuncio por parte del Ejército estadounidense de haber conseguido el fármaco milagroso para curar el ébola: el ZMapp, que por aquel entonces se consideró como la respuesta definitiva al virus. Coincidencia o no, justo esos días el país trasladaba desde Liberia al médico Kent Brantly y a la cooperante Nancy Writebol, ambos afectados por el virus, al centro de enfermedades de Atlanta. Y, al momento, justo cuando los dos profesionales se curaron, Estados Unidos alegó que el ZMapp se había agotado. ¿Por qué?
Según las autoridades sanitarias del país, porque la investigación de este compuesto había permitido producir pequeñas cantidades. Pero serían necesarios varios meses para poner a punto la fabricación a escala industrial y a nivel mundial. Hasta el momento, la Agencia para la Defensa y Reducción de Amenazas de Estados Unidos ha destinado 8 millones de dólares (unos 6 millones de euros) para el desarrollo de ZMapp y se espera que se alcance los 10 millones de dólares en 3 años. Pero, ¿de verdad es tan milagroso? Recordamos que su suero fue usado sin éxito con el misionero español Miguel Pajares, que falleció en España.
Mientras el país crea expectación, tres empresas norteamericanas que actualmente desarrollan tratamientos contra el ébola han experimentado una fuerte revalorización bursátil. Se trata de las estadounidenses Chimerix, BioCryst y la canadiense Tekmira, que entre las tres han aumentado su capitalización en lo que va de año en cerca de 1.400 millones de dólares (1.100 millones de euros) por el alza de sus cotizaciones.
Algunos expertos se preguntan cuánto valdría la californiana Mappbio, fabricante del ZMapp si cotizara en bolsa. Fundada en 2003 por el biólogo Larry Zeitlin y con sede en San Diego, apenas tiene una decena de empleados. Mientras, las autoridades estadounidenses están trabajando con la farmacéutica para acelerar la producción de nuevas dosis.
Especulaciones aparte, lo cierto es que la industria farmacéutica es un negocio millonario. Sólo el top 10 de la industria mueve alrededor de 350.000 millones de dólares al año. En este negocio cada día hay mucho en juego, además de la vida humana.
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