Que el HSBC ayudaba a decenas de miles de millonarios de todo el mundo a tejer sistemas de elusión fiscal, ignorando sistemáticamente la regulación y los sistemas de control sobre la procedencia ilícita de los fondos de centenares de sus clientes. Les entregaba en mano grandes cantidades de dinero en efectivo en divisa extranjera, entre otras prácticas. En sólo unas horas el escándalo se propagó a varios puntos del planeta.
Hoy el HSBC se enfrenta a procesos abiertos en Bélgica, donde se preparan ya incluso órdenes de arresto para los ejecutivos del banco que sigan sin cooperar; y en Francia, donde el Estado ha decidido personarse como acusación en la causa. Se han prometido investigaciones o estas ya están en marcha, en Reino Unido, Argentina y Alemania, entre otros. El departamento de Justicia de Estados Unidos ha decidido revisar el acuerdo al que había llegado en 2012 con la entidad: 1.900 millones de dólares de multa a cambio de no llevarle a juicio por sus "fallo descarados" a la hora de implementar los controles contra el blanqueo de dinero de la droga mexicana y por haber ignorado "intencionadamente" las sanciones estadounidenses contra el movimiento de dinero de terroristas.
El propio banco ha tenido que salir al paso del vendaval informativo con un comunicado. El director general de la filial suiza, Franco Morra, reconocía que el HSBC Private Bank, "acogió a un cierto número de clientes que no se encontraban totalmente en regla con sus obligaciones fiscales". Aseguraba que el que es el mayor banco de Europa ha llevado a cabo desde entonces (las filtraciones se refieren al período 2005-2007) una "transformación radical" para evitar que la institución sea utilizada para ejercer actividades de lavado de dinero y de fraude fiscal. "La cultura de aceptación y los estándares de buen comportamiento eran netamente más bajos que los de hoy", concluye. Pero el comunicado no ha cerrado la herida abierta.
Segundo asalto
En realidad este es el segundo asalto de una historia que comenzó entre 2006 y 2008. Entonces, el informático de la sede del HSBC en Ginebra Hervé Falciani empezó a copiar la base de datos de clientes del banco. Después, tras huir a Francia, las autoridades francesas se hicieron con sus archivos informáticos en una redada en su casa. La lista contiene más de 100.000 cuentas de clientes del HSBC Private Bank, por un total de 118.000 millones de dólares. Desde entonces esta lista ha sido entregada a distintas autoridades: Francia, Grecia, España, que han iniciado acciones para obligar a regularizar las cantidades opacas al fisco.
¿Dónde está la novedad de este "segundo asalto" de la llamada Lista Falciani o SwissLeaks? En que los nombres han salido a la luz. Un grupo de unos 140 periodistas liderados por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) ha buceado en la compleja base de datos compuesta de decenas de miles de documentos hasta dar con una lista reducida de los clientes más significativos.
Esta investigación es clave, según me explica Julio Ransés Pérez, Inspector de Hacienda del Estado y presidente de la Organización Profesional de Inspectores: Hacienda no puede utilizar estos datos porque han sido obtenidos ilegítimamente, pero puede solicitar a los presuntos defraudadores que regularicen esas cuentas. Eso es lo que se hizo en cuanto el gobierno español obtuvo los datos de las autoridades francesas. Desde entonces casi 700 fortunas han pagado centenares de millones en impuestos evadidos, entre ellas la familia Botín, que ocultó más de 2.000 millones en Suiza. Con la publicación de los nombres "se podrá comprobar si estas personas han cumplido o no con las haciendas de sus países".
Poniendo nombre a delincuentes y defraudadores
"El tráfico de emails aquí es intenso: existe una curiosidad generalizada sobre quién es el siguiente en aparecer en la lista", me apunta José Gonzales, de ECG Asset Management sobre el ambiente en Wall Street. Pero el impacto y atracción de conocer la lista completa de nombres va más allá de lo anecdótico. En la relación de nombres, que los medios involucrados están revelando poco a poco, dosificando la exclusiva, figuran traficantes de diamantes de sangre que han alimentado las guerras en África, como el ya condenado Emmanuel Shallop.
¿Sabía esto el HSBC? Absolutamente. En los papeles del SwissLeaks se lee: "Hemos abierto una cuenta de empresa para él con sede en Dubai", según el diario The Guardian. "El cliente es muy prudente en este momento porque está bajo presión de las autoridades fiscales belgas, que están investigando sus actividades en el área del fraude fiscal de diamantes". Y a los empleados, la entidad les dirigía una nota: "[Establecer ] cualquier contacto a través de una de sus tres hijas que viven en Londres. El titular vive en Dinamarca, es decir, es un asunto crítico porque es una actividad criminal tener una cuenta en el extranjero no declarada".
En la lista también vemos a Aziza Kulsum, la llamada Reina del Coltán. Según Naciones Unidas, Kulsum es una persona clave en el comercio ilegal de este mineral, que ha financiado guerras como la de Burundi, que acabó con la vida de alrededor de un cuarto de millón de personas. No faltan defraudadores a Hacienda que, desde entonces, han regularizado sus cuentas.
"No tengo ningún problema ético con ello, no soy de los que van de moralistas", asegura Ramón López Vilas, exmagistrado del Tribunal Supremo, que entre 2006 y 2007 que ocultó al fisco un saldo neto de 2,7 millones de dólares. La familia Botín escondía unos 2.000 millones de euros y utilizaba un entramado de sociedades opacas en Panamá y las Islas Vírgenes con numerosos testaferros. SwissLeaks ha empañado miles de nombres más: Diego Forlán, el jugador de fútbol; el empresario Jordi Pujol Jr; Jorge Trías, abogado y ex diputado del PP; Mohamed VI, Flavio Briatore… Y hasta el gobierno de Venezuela, que mantenía en secreto nada menos que 12.000 millones de dólares.
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