Cada vez hay más pueblos que, ante el riesgo de morir por la despoblación, envían mensajes de socorro con planes apetecibles que invitan a vivir allí. A esto se suman los ayuntamientos y ONG que, con frecuencia, lanzan iniciativas para que familias migrantes se instalen en zonas rurales al borde de la desaparición. Y no es para menos, teniendo en cuenta que, el vacío de estos lugares está ocasionando la huida no sólo de pequeños comercios o negocios, sino también de servicios tan básicos como la farmacia o la atención sanitaria primara.
El fenómeno de la despoblación de una parte cada vez mayor del territorio nacional no es único en España, sino algo muy extendido en los países con economías más desarrolladas, aunque es cierto que el proceso no se ha desplegado por igual en todos los lugares. En el caso de China, en 1975 sólo el 15% de la población estaba en ciudades, mientras que en 2021 el porcentaje llegó al 63%. En cambio, en India el porcentaje en 2021 era del 35%. Un dato que choca con el ejemplo español, en el que era en 2021 del 82,8% y con el del Reino Unido, donde se alcanzaba el 84%. En Estados Unidos la cifra se alza al 83%, en Francia al 81%, mientras que Alemania registraba el 78%. Italia, en cambio, sólo el 71%.
Estas cifras demuestran que incluso en los países desarrollados el proceso de concentración en ciudades sigue aumentando, por lo que es más probable que la llamada España vaciada siga perdiendo población de forma inexorable.
El origen de todo ello está en la revolución industrial que comenzó un proceso, que todavía está en desarrollo, de concentración de la población mundial en grandes ciudades. La mecanización de las labores agrícolas eliminó la necesidad de contar con una población numerosa trabajando en los campos en los que se produce el alimento y dio lugar a un cambio en la ocupación del territorio, que sólo tiene un único precedente histórico: la progresiva estabilización de la población humana repartida uniformemente por las tierras cultivables que produjo la invención de la agricultura en un proceso que duró 10.000 años aproximadamente.
Hace 10.000 años la mayor parte de la población humana estaba formada por cazadores recolectores nómadas. La invención de la agricultura y su progresiva expansión por toda la tierra hasta completarse a finales del siglo XVIII tuvo dos consecuencias: un reparto más o menos uniforme de la población humana en las tierras cultivables (en muchas ocasiones a la fuerza como población esclava) y un considerable aumento de la población humana desde entre 30 y 60 millones de habitantes hace 10.000 años hasta 600 millones de habitantes aproximadamente a finales del siglo XVIII.
La revolución industrial inició un nuevo proceso que está teniendo dos consecuencias principales: la concentración cada vez mayor de la población humana en enormes ciudades, con la consiguiente despoblación de las zonas no urbanas y un nuevo aumento de la población mundial hasta los actuales 7.900 millones de habitantes, con una previsión de alcanzar un máximo cercano a los 12.000 millones. Hasta el inicio de la revolución industrial las ciudades grandes eran una excepción en un territorio relativamente uniformemente ocupado. En la actualidad, estas no dejan de crecer y tienden a formar continuos urbanos que se pueden calificar ya de auténticas Megalópolis.
El fenómeno de la despoblación creciente de grandes áreas del territorio debe verse en perspectiva como un proceso de cambio estructural en marcha de gran importancia a nivel mundial contra el que tendría poco sentido luchar. Esto no es incompatible con plantear medidas que ayuden a los cada vez más escasos habitantes de estas áreas a recibir la más amplia gama de servicios posibles y no sólo la ya mencionada farmacia o el médico de atención primaria, sino otros servicios como los bancos, para que trámites tan habituales como actualizar la cartilla o sacar dinero del cajero, dejen de ser una quimera en la olvidada España rural.
Opinión