Pocas novedades en el discurso de Yellen, también en lo que se refiere a la principal pregunta que ahora se hacen los inversores: ¿cuándo se producirá la primera subida de tipos? La respuesta, la de las últimas reuniones del organismo: "paciencia y sin prisa".
Hasta las últimas actas de la Reserva Federal, todo apuntaba a que el primer movimiento se podría producir el próximo verano. Incluso algunas voces lo adelantaban al próximo mes de abril. Sin embargo, la caída del dólar ha puesto en jaque esta decisión, ante el daño que ya está provocando en los beneficios empresariales y el miedo a que el organismo vaya demasiado rápido para los mercados. "El dólar se ha fortalecido sistemáticamente durante los dos últimos trimestres, suscitando la preocupación de numerosos inversores por el efecto que ello imprimirá en el crecimiento económico y las ganancias de las empresas estadounidenses", explican desde JP Morgan AM.
Los expertos explican que "un dólar más robusto lastra las exportaciones, pues merma la disposición y la capacidad de otros países para importar bienes y servicios de Estados Unidos". Sin embargo, recuerdan que las exportaciones brutas suponen el 14% del producto interior bruto del país, un porcentaje muy inferior al 70% que copa el consumo interno, "que se espera reciba el impulso del renovado poder adquisitivo de los ciudadanos", animado además por la caída de los precios de la energía.
El mensaje de Yellen no ha debido sentar muy bien entre una mayoría republicana que confirmaba sus mejores expectativas sobre la evolución del crecimiento económico en el país. Sin embargo, tal y como ha explicado Yellen, el Comité de política monetaria considera que es improbable que haya un cambio de condiciones económicas que garanticen un aumento de tipos en cualquiera de las dos próximas reuniones.
Solo si la situación macro mejora mucho el organismo podría plantearse una subida de tipos en las siguientes reuniones. José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España, destaca del mensaje de Yellen el hecho de que se recupera el forward guidance como indicador de la evolución futura de tipos, "pero sin reacciones automáticas".
La Fed ha reocnocido además que los tipos de interés de largo plazo son un reflejo de la debilidad exterior y cambios en la política monetaria de otros bancos centrales. Es decir: el escenario macro internacional puede poner en riesgo a la economía estadounidense, a pesar de que las expectativas de inflación se mantienen estables y Yellen insiste en que esperan una moderación a corto plazo para volver a subir a medio plazo.
Es un hecho que la economía estadounidense ha dejado atrás la crisis en términos de crecimiento. Especialmente en este último año en el que Janet Yellen ha estado al frente de la Fed. Pero la gran lucha de la mayoría republicana a la que ahora se enfrenta es que el banco central olvide su objetivo de estimular el empleo por el que las tasas se han mantenido en mínimos desde 2008, para centrarse en la meta de controlar la inflación, muy lejos del 2% que la institución se marca como objetivo.
Y los expertos advierten que esta será también una semana clave, al conocerse los datos del IPC el próximo jueves. "Cuidado con un IPC que podría indicar deflación (-0,1% esperado vs +0,8% actual) y un PIB del cuarto trimestre revisado a la baja el viernes (desde +2,6% hasta +2,1%, tal vez)", advierten desde el Departamento de Análisis de Bankinter. A su juicio, estas cifras corroborarán 2 ideas en el mercado: "conviene mover exposición hacia Europa e irá perdiendo fuerza la idea de que la Fed subirá tipos este verano, retrasándose la expectativas". Todo si la presión republicana lo permite.
El propio presidente de la Fed de Richmond, Jeffrey Lacker, aseguraba esta semana "mantener la palabra "paciente" en la declaración del FOMC no excluye subida de tipos en abril o junio", para añadir que "la Fed no debe permitir que el miedo a la reacción del mercado anule la toma de decisiones".
¿Y qué pasa con Europa?
A pesar de los intentos por ‘despegarse del mercado’, lo cierto es que la reacción de los inversores debe preocupar al organismo. Especialmente por el contagio que puede trasladarse a otras economías más debilitadas como la europea. Este mismo miércoles, el presidente del BCE, Mario Draghi, también se presentará ante el Parlamento Europeo para defender la conveniencia del programa QE (quantitative easing) que comenzará en marzo. Algo que, a juicio de los expertos "tiene cada vez más fácil en una situación de deflación y crecimiento insuficiente".
El camino de ambos bancos centrales lleva meses en direcciones distintas. Pero lo cierto es que sus actuaciones se llevaron también a cabo por problemáticas distintas. Josep Prats, gestor del Abante European Quality, explica que los estímulos de la Fed obedecían a la necesidad de que los tipos de interés a largo plazo bajaran (esos tipos son los que sirven de referencia para el endeudamiento de las familias americanas). "De lo que se trataba era de que a la hora de pagar la hipoteca, los americanos pagaran menos intereses y que el dinero que se ahorraban pudieran dedicarlo al consumo", explica.
Pero este no es el problema en Europa. "Salvo excepciones, las familias europeas no están tan endeudadas como las americanas, y no es un problema de que paguen menos intereses. Ni es eso lo que reprime el consumo. El problema es de financiación a las empresas", asegura. El gestor de Abante insiste en que en Europa la estrategia se ha llevado a cabo mediante la retención de beneficios de los bancos y un escenario de restricción de balances que ha desembocado en un estrangulamiento de la financiación a las pymes. "No es un problema de que los préstamos estén caros, sino de que no existen", explica.
En este sentido, las acciones del BCE no están dirigidas a bajar los tipos de interés a largo plazo como en EEUU, sino a la recuperación de la solvencia de los bancos. Y en ese escenario, Draghi parece tenerlo más fácil esta semana que Janet Yellen.
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