El impacto de los bajos tipos de interés, el repunte de la inflación e incluso el auge de partidos populistas que se oponen a las políticas monetarias expansivas de los últimos años, son algunos de los grandes retos a los que los bancos centrales se enfrentan en un nuevo periodo en el que deben empezar a reducir balance, siempre al ritmo adecuado y sin perjudicar la recuperación económica. El momento es más ‘apurado’ en la Fed, que también inició la retirada de estímulos antes que el BCE que, sin duda, seguirá sus pasos. El organismo presidido por Janet Yellen estudia la reducción de un abultado balance que ronda los 4,5 billones de dólares. La gran pregunta es si para el Tesoro, y los inversores en bonos del país, supondrá un grave problema esta reducción, al frenar la inversión en deuda soberana en una enorme cartera de bonos. Las previsiones apuntan a que la primera subida de tipos de la Fed se producirá en junio. Pero más dudas hay sobre un balance que ronda los 4,5 billones de dólares. Y la gran pregunta es cómo afectará al Tesoro y a los tenedores de deuda, pues aunque las compras del QE finalizaron en octubre de 2014, se siguen reinvirtiendo los vencimientos. Tal y como indicaba Julien-Pierre Nouen, jefe economista-estratega de Lazard Frères Gestion, al igual que hiciera “Ben Bernanke anunciando el principio del tapering antes de su salida en enero de 2014, Janet Yellen podría desear hacer lo propio antes de enero de 2018, fecha del final de su mandato”. En el mismo sentido se manifiestan los expertos de Bankinter, al explicar que Janet Yellen finaliza su mandato en febrero de 2018 y parece que quiere dejar “encarrilada” la estrategia de reducción del balance como ya hiciera Bernanke, “quien empezó a retirar estímulos justo antes de la fin de su mandato”. Los expertos indican que “la Fed tendrá que ser muy cauta en su estrategia para no causar volatilidad en los mercados de deuda. Así, parece que optará por dejar de ir reinvirtiendo los vencimientos en un importe que irá creciendo trimestralmente”. “De la misma forma que la Fed, y otros bancos centrales tomaron medidas tradicionales y no tradicionales también su futura normalización irá más allá de subir los tipos de interés”, explica José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la AEB. Para Martínez Campuzano, los mensajes de los dos principales bancos centrales (Fed y BCE) no son tan diferentes: éxito de las medidas de política monetaria extremas aplicadas hasta el momento y valoración, bajo una comunicación que debe ser muy meditada, sobre su futura normalización. No total normalización, puesto que también asumen que los tipos de interés a medio plazo serán más bajos que los históricos. “Pero, al final normalización por dos razones: 1. Porque no es preciso mantener una política tan expansiva en el futuro; 2. Porque puede generar efectos secundarios no deseados. Naturalmente, difieren en el timing para comenzar esta normalización. Ayer quedó muy claro en el discurso del Presidente del BCE. Aunque sus mensajes no parecen incompatibles con un próximo cambio en el forward guidance”, indica el experto. Uno de esos riesgos o efectos secundarios a los que se me refiere el experto es a la estabilidad de las entidades de crédito. “Más allá del impacto en resultados, afectando también a su estrategia futura y potenciales distorsiones en su balance”, indica, a lo que se suma una regulación estricta y compleja, “inacabada tras más de ocho años de crisis”. En un reciente informe, Oliver Adler, responsable de estudios económicos en IWM (banca privada) de Credit Suisse “los próximos años serán decisivos en la relación a la dirección futura de las políticas monetarias de los bancos centrales, dependiendo de los acontecimientos políticos y económicos. Creemos que hay que profundizar en el debate acerca del futuro de la política monetaria”. El informe concluye que la principal decisión a ser tomada por los responsables monetarios es acerca de los próximos pasos a seguir: volver a la normalidad anterior a la crisis o seguir el camino actual de las políticas monetarias expansivas aumentando la interdependencia entre los mandatos monetarios, regulatorios y fiscales.
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