Viernes, ocho de la tarde en el centro de Pekín. La entrada que da acceso al parking que rodea el Estadio de los Trabajadores es un trasiego de coches de marcas caras. Muchos de ellos pintados de colores estrambóticos como rosas fucsia, dorado o adornados con piedras preciosas en las manillas de las puertas o incluso en las llantas. En los aledaños del estadio se concentran restaurantes y discotecas de moda para los nuevos ricos pekineses. Lugares donde presumir de la riqueza que cada uno tiene es casi una norma.
Precisamente, el gobierno chino ha decidido acabar con ese tipo de alardes. Con la lucha contra la corrupción como estandarte desde que llegó al poder, el presidente Xi Jinping ha lanzado una dura campaña de austeridad. Para ello ha decidido predicar con el ejemplo. Desde el año pasado Pekín ha limitado el gasto oficial destinado a los banquetes de los funcionarios de alto nivel y los regalos de lujo que muchas veces iban asociado a mordidas o a tratos de favor. "Hasta ahora el gobierno asignaba unos 250 millones de euros para los gastos de los altos funcionarios y aproximadamente la mitad de esa cantidad iba destinada a regalos y sobornos", explica Hu Xingdou, profesor de Economía de la Universidad de Pekín.
Buena parte de ese dinero se gastaba en joyas, coches de lujo o cenas en restaurantes exclusivos, sectores que ya están notando las restricciones gubernamentales. En 2013 descendieron en un 10% las ventas de coches de alta gama, según datos publicados por el propio Partido Comunista. Marcas como Rolls Royce han mostrado su desconfianza hacia el mercado chino. Su CEO, Torsten Mueller- Oetvoes, dijo en abril que ya no están viendo un crecimiento "explosivo" en China, a pesar de que sigue siendo optimista, y que EE. UU. lo superó como el mayor mercado de la marca del año pasado.
Pero, ¿qué ha llevado al gobierno chino a lanzar esas políticas restrictivas? Entre otros factores destaca el aumento entre las diferencias entre ricos y pobres. "Las grandes diferencias sociales y la cantidad de casos de corrupción que están saliendo a la luz están aumentando el descontento social", asegura Hu Xingdou. Y añade que ese malestar "podría desembocar en protestas serias entre las capas más pobres, algo que podría desestabilizar el poder gubernamental".
Para Xhu Bien, analista de la investigadora LMC Automotive en Shanghai, "todo el consumo de lujo (en China) ha sido exprimido". Las cifras le dan la razón. Los hoteles de cinco y seis estrellas de Pekín han reducido sus beneficios un 30% y algunos se han visto obligados a rebajar su categoría para no perder más clientes. Además, uno de los mayores lujos gastronómicos, la sopa de aleta de tiburón, cuya ración ronda los 200 euros, ha sido prohibida en los banquetes oficiales. Un plan de austeridad con luces y sombras. La campaña anticorrupción puede costarle a la economía china unos 77.000 millones de euros y una reducción del crecimiento de entre un 0,6% y un 1,5%, según un informe del Bank of América Merril Lynch.
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