La inflación de la Zona Euro alcanzó máximos de cuatro años en febrero al avanzar hasta el 2% (cifra que también es el objetivo del Banco Central Europeo). Si bien es cierto que buena parte del repunte se asocia con el efecto base de la energía, ante la remontada protagonizada por el petróleo desde sus mínimos al inicio de 2016, y también lo es que el dato subyacente sigue siendo débil… Con todo, parece que de la mano de lo estímulos de la autoridad monetaria, así como del empuje de Estados Unidos y la tan esperada (y celebrada) política fiscal y de inversión de Donald Trump, la tendencia de los precios es al alza. Buenas noticias, aunque supongan la retirada de los bancos centrales, garantes últimos de la recuperación de la Gran Recesión, pues el mercado parece creer, por fin, que la economía será capaz de caminar por sí misma. Sin embargo, el repunte de la inflación en la Zona Euro tiene una ‘cara B’. Tal y como apunta Capital Economics, aunque por ahora no ha hecho mella en el gasto de los consumidores y prevén que este sea el ‘techo’, advierten los efectos secundarios en el consumo “conducirán a una desaceleración significativa del crecimiento en los próximos trimestres”. Y justifican esta afirmación en tres argumentos: aún es demasiado pronto para juzgar el efecto del reciente incremento de los precios, pues los datos de consumo no son tan precisos en el tiempo como los de inflación; además, a pesar de que se desacelerará en el futuro, creen que se mantendrá en niveles mucho más altos que 2016; y, finalmente, “dudamos que se compense con un mayor incremento de los salarios nominales”. De hecho, destacan que “incluso en Alemania, donde la recuperación del mercado laboral está particularmente avanzada, la mejora de las rentas del trabajo se ha mantenido moderada”. Mientras, en España es “significativamente débil”. Así estima que el gasto del consumidor se ralentizará a un ritmo trimestral de entre el 0,1% y el 0,2%, desde el 0,4%, lo que implica un ritmo anual del 1% (1,6% en 2016). “Y con la incertidumbre política probablemente afectando a la inversión, creemos que el PIB de la Zona Euro pasará a repuntar un 1,3% desde el 1,7% del pasado ejercicio”. Parecida tesitura afronta Reino Unido, con un IPC del 2,3% en febrero (1,8% en enero y 0,3% hace un año); mientras que el crecimiento salarial se ha desacelerado hasta el 2,2%. “Parece que en los próximos meses el consumo va a estar bajo una creciente presión ante la moderación de los salarios y el aumento de los precios (…) las encuestas a los hogares ya muestran señales de preocupación financiera cada vez más profundas”, apunta Markit. En este contexto, Schroders destaca asimismo que “la inflación erosiona el valor del ahorro con el tiempo. Cuanto más alta es, más rápido cae el poder de gasto del mismo”. Por ejemplo, en un plazo de 20 años, con escenarios de precios al 1% y al 5%, tras 10 años en el 5%, 100 libras se han reducido a cerca de 60; con una tasa del 1%, cede a 90 libras. Si repuntan, añaden, “los inversores se inclinan más a alejarse de los depósitos en efectivo y se dirigen hacia ciertas clases de activos que, históricamente, ofrecen retornos superiores a la inflación. Aunque la repetición de este éxito no está garantizada”. Por otro lado, conviene tener presente la advertencia de Jeffrey Gundlach, CEO de DoubleLine Capital: “El IPC de Alemania en diciembre de 2016 alcanzó el 1,7%, la lectura más alta en 16 años. No hay forma de que las rentabilidades se mantengan en los niveles extremadamente bajos si se alcanza el 2% o más. Parece que los bunds germanos son bastante vulnerables”.
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