Una idea común en torno al blockchain, la tecnología que hay detrás del Bitcoin y otras criptomonedas, es que pueden generar algo más fuerte que la confianza y permitir a dos partes hacer una transacción sin depender de la confianza mutua. Si esto es así, significa que podríamos crear un mundo sin un hombre de confianza en medio. Podríamos tener servicios financieros sin un banco que verifique las transacciones y también transferir la propiedad de una casa, por ejemplo, sin la necesidad de un abogado. Pero esta idea cojea. Dirk Baur, profesor de Finanzas de la Universidad del Oeste de Australia y Niels Van Quaquebeke, profesor de Liderazgo y Comportamiento Organizativo de la Universidad de Logística de Kühne sostienen que el blockchain o cadena de bloques no crea o elimina la confianza, simplemente transforma esa confianza de una forma a otra. Mientras que antes necesitábamos confiar en instituciones financieras para verificar las transacciones, con la cadena de bloques tenemos que confiar en la propia tecnología. No queda claro si una criptodivisa basada en el blockchain puede extender su uso sin el respaldo de una autoridad de confianza. De hecho, apenas hay ejemplos de dinero, incluido el oro, que haya funcionado sin una autoridad central o soberana. Cuando realizas una transferencia monetaria tradicional, el banco primero verificará que tienes suficiente efectivo y después restará de tu cuenta el dinero que se le ingresa al receptor. El blockchain sería una versión descentralizada de este proceso. La información no sería verificada por el banco ni estaría en su poder, sino que se llevaría a cabo en un «libro de cuentas abierto al público». Cuando alguien transfiere un Bitcoin, los «mineros» (ordenadores super potentes) lo verifican, después lo encriptan y se añade un bloque al libro mayor. Como esta verificación la lleva a cabo el propio sistema, la idea es que los usuarios no necesitan de una autoridad central de confianza. En vez de eso, la confianza se traslada de una autoridad central (como un banco) a muchas descentralizadas: los participantes anónimos o mineros. Pero aquí radica el problema: los usuarios deben confiar en la tecnología y en el autogobierno del sistema. La importancia de una autoridad central se puede entender mejor cuando una divisa se destruye. Por ejemplo, cuando el imperio romano cayó, la autoridad central se derrumbó con su moneda. La confianza en el proceso cayó con ella, lo que nos muestra que el proceso solo funcionaba por la institución. Si la historia es una guía, las monedas nacidas de la iniciativa privada como el Bitcoin y otras divisas respaldadas por el blockchain serán de difícil aceptación universal sin una autoridad central de confianza. Esto implica que un «blockchain abierto» no tendría éxito. Es posible que un «blockchain cerrado» funcione con el respaldo de una institución centralizada, aunque diverja de la característica nuclear de la descentralización de las criptomonedas.
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