Los 7 hábitos de los inversores de éxito

Invertir y aumentar el patrimonio no es un asunto trivial, sobre todo cuando los inversores se mueven entre la aversión al riesgo y la búsqueda de rentabilidades. En este contexto, Allianz Global Investors, aconseja siete buenos hábitos que pueden ayudar a acumular capital con calma y serenidad. Hábito número 1: conócete a ti mismo y cuestiónate tus aspiraciones Los hallazgos de la Behavioral Economics nos llevan siempre a una misma conclusión: nuestro cerebro es la culminación de un proceso de desarrollo que ha durado miles de años. En consecuencia, aún hoy tendemos a mostrar patrones de conducta de la Edad de Piedra, que no siempre pueden explicarse racionalmente. Así, a menudo vemos el mundo (de las inversiones) dentro de un determinado marco, es decir, vemos lo que queremos ver y, como resultado, a veces excluimos alternativas mejores. Tendemos a “seguir a la manada” o a actuar impulsados por estados de ánimo que son precisamente los que llevan a los inversores a ir del miedo a la avaricia, y viceversa. También es muy común la aversión a las pérdidas: sufrir una pérdida nos produce un disgusto mayor que placer nos suscita embolsarnos ese mismo importe. Haga la prueba: si alguien le propone jugar a cara o cruz sabiendo que, si sale cruz, perderá usted 100 euros, ¿cuánto dinero querría ganar en caso de que salga cara para jugar? Más de 100 euros, ¿verdad? Eso no es ni bueno ni malo, simplemente le sirve para conocer cuáles son sus preferencias. Ahora bien, se vuelve peligroso si, movido por ese temor a las pérdidas, mantiene todo su dinero en la cuenta de ahorros y, por tanto, deja escapar la ocasión de percibir rendimientos que necesitaría con urgencia. O si se resiste a realizar pérdidas y empezar de nuevo. Hábito número 2: La «conservación del poder adquisitivo» , y no la «seguridad» debería regir toda decisión de inversión Actualmente parece que todo gira en torno al tema “seguridad”, entendiéndose a menudo por seguridad” la ausencia de fluctuaciones de las cotizaciones. En los últimos años hemos visto que invertir en el mercado de renta variable puede ser como un viaje en la montaña rusa. Por eso es comprensible que los inversores quieran evitar las fluctuaciones de las cotizaciones. Sin embargo, pasan por alto el riesgo de sufrir una pérdida real de poder adquisitivo, lo cual es todavía más desagradable si consideramos que en la actualidad los tipos de interés de las cuentas de ahorro son prácticamente nulos. Tampoco los bonos soberanos sirven ya. A mediados de 2016, cerca del 50% de todos los bonos soberanos de la zona euro ofrecían rendimientos negativos. En este contexto, “seguridad” solo significa que el inversor puede estar seguro de que recibirá menos de lo que invirtió inicialmente. Por lo tanto, quien quiera conservar su capital no puede tener entre sus exigencias principales la ausencia de fluctuaciones de las cotizaciones, sino que su exigencia mínima a la hora de invertir debería ser, más bien, la “conservación del poder adquisitivo”. El siguiente cálculo demuestra lo rápido que la inflación merma el poder adquisitivo: Pongamos que guarda usted hoy 100 euros debajo del colchón. Suponiendo una inflación anual que rondase el objetivo del Banco Central Europeo a medio plazo, que es ligeramente inferior al 2%, dentro de diez años con ese dinero solo tendría para comprar artículos por valor de poco más de 80 euros. Al cabo de 20 años, el valor de ese dinero habría bajado a menos de 70 euros. Y si, en nuestro supuesto, la inflación subiera al 4%, en tan solo 10 años su dinero valdría menos de 70 euros. Al cabo de 20 años, ni siquiera le alcanzaría para comprarse algo que costase 50 euros. Hábito número 3: la ley fundamental de las inversiones es ir a por las primas de riesgo. Los inversores de éxito lo saben: sin riesgo no hay primas de riesgo; esta es la verdadera ley fundamental de toda inversión. La lógica subyacente es que todo aquel que invierte asumiendo un mayor riesgo debería poder esperar que, con el tiempo, esas inversiones generen una rentabilidad mayor que otras inversiones alternativas carentes de riesgo y que, por tanto, prometen menos beneficios. En el se muestra qué primas de riesgo cabe atribuir a las distintas clases de activo. Hasta aquí la teoría. ¿Qué nos enseña la historia? Son esclarecedoras las series temporales históricas largas, como las que existen del mercado de renta variable estadounidense. Estas muestran que la expectativa de obtener una prima de riesgo no ha dejado de cumplirse, aunque invertir en acciones de EE. UU. no se haya recompensado en igual medida en todos los periodos. Si se compara la prima de riesgo de las acciones de EE. UU. con los bonos soberanos de ese mismo país a 30 años, a lo largo de periodos de 30 años, desde el inicio de las series temporales disponibles (1801) hasta el fin de 2015, vemos que, por término medio, en todos los periodos de 30 años se ha conseguido una prima de riesgo de 3,7 puntos porcentuales. El peor periodo de 30 años fue el comprendido entre 1981 y 2011, con una prima de riesgo media de – 0,85 puntos porcentuales. El mejor periodo fue el comprendido entre 1943 y 1973, con una prima de riesgo de 11 puntos porcentuales. El estudio del periodo de tiempo completo, comprendido entre 1801 y el fin de 2015, revela muy claramente cuál fue el efecto de las primas de riesgo de las acciones. Si en 1801 un inversor hubiese invertido un dólar estadounidense en bonos soberanos de ese país, llegado el fin de 2015 habría ganado algo más de 1.550 USD, y eso tras el ajuste por poder adquisitivo. En el mismo periodo, con una inversión en acciones habría ganado más de 1,4 millones de USD. Por supuesto, la historia no se repite, pero podemos aprender mucho de ella. La lección es que la asunción de mayores riesgos se recompensó a ojos vistas en el caso de las acciones. Teniendo en cuenta el poder adquisitivo, la renta variable ha ofrecido más seguridad que la renta fija. Hábito número 4: invertir antes que especular No hace falta ser un experto y seguir de continuo la evolución de las cotizaciones y los acontecimientos del mercado para identificar los momentos oportunos para invertir y desinvertir. Por desgracia, en la bolsa nadie toca la campana para avisarnos de cuándo entrar o salir de una inversión. Eso lo sabía hasta mi abuelo. Lo bueno es que el que quiere hacer crecer su capital a largo plazo no especula, sino que invierte. Con especular me refiero a apostar a corto plazo por movimientos de las cotizaciones y, con invertir, a poner nuestro dinero a trabajar de medio a largo plazo. En el gráfico 5 se explica la diferencia con diferentes segmentos del mercado de renta variable. Tomemos el ejemplo de la renta variable europea: los que en los últimos 25 años invirtieron en una cesta bien diversificada de acciones europeas consiguieron, por término medio, una rentabilidad de casi el 8%. Si se hubieran perdido las mejores 20 jornadas de la bolsa, p. ej. a la espera de cotizaciones más ventajosas para entrar, solo habrían obtenido una rentabilidad de menos del 2%. Y si se hubieran perdido las mejores 40 jornadas, habrían sufrido una pérdida del 2,3% anual por término medio. La mayoría de las veces el mejor método es dejar que el dinero siga trabajando. El riesgo de perderse las mejores jornadas de los mercados de capitales es muy elevado. Entre los motivos más frecuentes están la incertidumbre (“No sé qué va a pasar”) y el temor a que las cotizaciones caigan; sin embargo, la estrategia es más importante que la táctica, lo que nos lleva al hábito número 5. Hábito número 5: comprométete Ulises, el héroe homérico de la mitología griega, tenía la reputación de ser hombre más inteligente de su época. En la Odisea, tiene que superar una larga serie de peligros. Uno de los desafíos a los que se enfrenta es pasar junto a la isla de las Sirenas sin sufrir ningún daño. Las sirenas son conocidas por sus bellos cantos, que tienen un único propósito: atraer a los navegantes hacia los arrecifes de la isla, para que naufraguen y mueran. Ulises quiere sobrevivir al paso de la isla, pero, al mismo tiempo, quiere escuchar el canto de las sirenas. La solución que encuentra es tapar con cera los oídos de sus compañeros y hacerse atar al mástil de la galera. Por mucho que luche por librarse de sus ataduras, los marineros no pueden oír nada y logran que la nave supere, salva, la isla de las Sirenas. A los inversores se les ofrecen tres formas de compromiso: 1. distribuir la inversión entre las diversas clases de activo teniendo en cuenta aspectos estratégicos a largo plazo. 2. A este respecto, la regla general es no jugárselo todo a una carta; en otras palabras, diversificar. 3. Invertir regularmente. La estrategia es más importante que la táctica. Para los inversores, comprométete: la estrategia es más importante que la táctica“ puede significar, p.ej., definir una asignación estratégica entre acciones y bonos según el propio perfil de riesgo y navegar con ella por las turbulentas aguas de los mercados de capitales. Una buena orientación sobre la proporción adecuada de renta variable que debe contener la cartera es la fórmula genérica „100 – x“, esto es, „100 – edad“. Así, una inversora de 50 años de edadfijaría el porcentaje de acciones en un 50%. A partir de ahí pueden efectuarse ajustes individuales. Con los fondos mixtos (es decir, fondos que pueden invertir en renta variable y en renta fija) y las soluciones multiactivo, que pueden apostar por un abanico de inversiones todavía más amplio, aplicar la asignación estratégica es muy sencillo. Si, además, la gestión del fondo es activa, los ajustes tácticos pueden ser realizados por los gestores, sin que el inversor tenga que ocuparse personalmente de ello. Una asignación estratégica que responda a la pregunta „¿Qué quiero conseguir con mi capital a largo plazo?“ protege contra ajustes precipitados, que pueden resultar caros. Diversificación: nunca apuestes todo a una carta. Se trata ante todo de no jugárselo todo a la misma carta. En general, no tiene mucho sentido estar siempre buscando la inversión acertada y realizar continuos cambios en la cartera. Vale la pena echar un vistazo al ranking de diez distintas clases de inversión y sus resultados de los últimos 16 años. El panorama de rentabilidades resultante no solo es un desafío para la vista, sino que nos enseña lo siguiente: la inversión que hoy es la número 1 en rentabilidad, al año siguiente puede situarse rápidamente a la cola del ranking. Por eso es mejor distribuir ampliamente el dinero, combinando renta variable con renta fija y quizás también con otros segmentos. «Multiactivo» lo hace posible. Hábito número 6: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy Según cifras del Bundesbank, miles de millones de euros en activos monetarios están parados en libretas de ahorro y depósitos bancarios. Y, sin embargo, el horizonte de inversión, unido al efecto de la capitalización de los intereses, es uno de los factores más decisivos para el éxito de toda inversión. En un plan de ahorro, el efecto de la capitalización de los intereses se pone otra vez de manifiesto desde una perspectiva diferente. Tomemos el siguiente ejemplo: Ok, pero entonces sería mejor seguir con minúscula, es decir: “…el siguiente ejemplo: un inversor quiere…” Un inversor quiere disponer de 100.000 euros al alcanzar la edad de jubilación. Si empieza muy pronto y dispone de 36 años para lograr su objetivo, con una rentabilidad media del 7,5% bastará con que ahorre 50 euros mensuales. Si solo dispone de 12 años, cada mes tendrá que apartar 400 euros. Seguramente ya se habrá percatado: en la rentabilidad del 7,5% del plan de ahorro va incluida una notable prima de riesgo. Con una libreta de ahorro no es posible conseguir ese rendimiento. Hábito número 7: apostar por la gestión activa Quien se decide por la gestión activa no solo apuesta por que los profesionales que gestionan el fondo generen una rentabilidad adicional. Además, corre menos peligro de que en su cartera permanezcan “caballos muertos”, es decir, títulos que en un momento dado fueron los favoritos de la bolsa. Y es que la gestión pasiva no hace sino representar el ayer. Nos llama la atención lo siguiente: cuando han estado de moda determinados sectores, su representación en los pertinentes índices ha aumentado, debido a la creciente capitalización bursátil de las correspondientes acciones. Si eso se deja así, puede ocurrir que el porcentaje representado por algunos sectores en una cartera de gestión pasiva sea muy alto, justo cuando menos interesa estar invertido en ellos. Pensemos en el fin de la burbuja de inversión en valores de los sectores de tecnologías, medios de comunicación social y telecomunicaciones (TMT), o en la crisis inmobiliaria estadounidense, que en torno a 2008 afectó con especial gravedad a los valores financieros. Es mejor tomar medidas correctoras. De modo que invertir es más fácil de lo que pensaba, ¿no es así? ¡No lo posponga! Acuérdese del hábito número 6: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.

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