Dice la RAE que se trata de un suceso lastimoso, inapropiado y funesto. Vayan mis respetos por delante a tan honesta institución, pero es algo más que eso.
Cualquiera que haya experimentado un fracaso empresarial sabe muy bien que trae consecuencias económicas y de las otras. Quieras o no, tienes que pasar por notaría para firmar dos hipotecas.
Una de ellas es por una cantidad de plazos mensuales que al principio parecen interminables, pero mira por dónde: si antes del último aliento te quedó suficiente libido para negociar, un día lejano de aquellos “que nunca vendrán” lo pagaste todo, intereses y descuentos incluidos.
El problema es la hipoteca emocional. Porque si no haces nada por ti mismo, esa no tiene fecha de cancelación, no se amortiza con dinero.
Muchos hemos fracasado…y los que faltan todavía. Pero en la forma de interpretarlo está escondida la energía para salir adelante. Somos víctimas de una sucesión de injustos imprevistos, de situaciones incontrolables, de decisiones manipuladas por otros que nos han dejado tirados y sin agua para el final del camino. No sabías y no es tu culpa.
Pero también tienes la incómoda opción de ser un protagonista.
La primera lección es entender que responsabilidad significa habilidad para responder a un reto, no la acción de efectuar una depuración higiénica o sancionadora del individuo defectuoso. Has sido tú quien no ha tenido la habilidad suficiente para tomar las mejores decisiones y aquí no termina la cosa.
La segunda lección es aceptar que el fracaso es una parte intrínseca del proceso de aprendizaje, es tu punto de avance mientras todavía quieras seguir puliendo el arte de emprender. Tienes que bajar del atalaya y analizar, reflexionar, identificar, corregir. Si eres un protagonista, además de sufrimiento vas a obtener conocimiento.
La tercera lección es asumir que emprender es un riesgo y que el fracaso es una posibilidad. Aprender es un deporte de contacto y a ti te han dado muchas patadas, pero aquí viene la prueba del fuego sagrado, la diferencia entre unos y otros. ¿Te renuevas? ¿Te despides de una parte de ti para transformarte y prepararte ante una nueva oportunidad?
Esa es una decisión que solamente puedes justificar tú. Entiendo, no quieres que el horizonte se te venga encima nuevamente, pero los cambios en la vida no se pueden asegurar.
Emprender es un riesgo, una competición mercantil un tanto salvaje. Por eso me pone de mal humor la retórica exitosa y feliz que rodea al fracaso, amparada en la utilización de algunos grandes personajes de la historia reciente. Parece que fracasar cotiza al alza y es una magnífica oportunidad que un buen emprendedor no debe desperdiciar. A veces me pregunto si los que están realmente detrás de estos consejos han perdido alguna vez un avión en su vida, o al menos un par de maletas…
“Lo intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”.
Esta colosal y estimulante arenga fue pronunciada por el famoso escritor y tragicómico dramaturgo Samuel Beckett (un gran jugador de cricket, por cierto), que vivía en la mansión de sus padres, rodeada de un enorme jardín y dos pistas de tenis…
El admirable estadista británico Sir Winston Churchill, nacido en el imponente palacio familiar de Blenheim, argumentaba de forma muy original que, si vas por la vida de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo, llegarás al éxito.
Seamos serios y dejemos estas recomendaciones para los personajes que tienen mayordomo y pueden dormir hasta el mediodía en la finca de su familia, de esas que vienen con cajero automático, lagos artificiales y capilla privada incluida.
¿Para cuántos fracasos te alcanza el dinero que tienes?
Si te puedes permitir tres o cuatro sin cambiar de barrio, seguramente tienes la capacidad económica para volver a empezar. Ahora bien, si eres un emprendedor de esos que ponen cara de villano cuando no les pagan, necesitas que tu negocio funcione a la primera, porque no hay dinero para volver a intentarlo.
La vida tampoco se puede regular…lloremos juntos si te hace falta, pero a veces no estamos bien preparados para los desafíos que nos imponemos. El fracaso es individual, doloroso y desolador. Muy raramente será lo mejor que te pueda suceder, pero si tú eres un protagonista no lo sentirás como el final del camino.
Opinión