Suélteme el brazo

Por Ignacio Aguado, co-fundador y CEO de Jastag. Ex-vicepresidente de la Comunidad de Madrid

Imagino que, en más de una ocasión, te habrás encontrado con personas que se te “echan encima” cuando hablan contigo. Personas que no respetan tu espacio vital, que de forma consciente o inconsciente se pegan a ti para contarte algo o para intercambiar puntos de vista.

Coincidirás conmigo que es de las cosas más desagradables que te puedes encontrar en una conversación. Y es que la comunicación no verbal es un aspecto fundamental de la interacción humana, que influye en la forma en que percibimos y nos relacionamos con los demás. Si no se cuida, la relación con el otro puede salir malparada, incluso cuando ambas partes tuvieran voluntad de entenderse o pudieran estar de acuerdo en el fondo de la conversación.

La proxémica es la ciencia encargada de analizar todas estas situaciones. La responsable de estudiar cómo usamos el espacio físico para transmitir mensajes, emociones y actitudes. Se basa en la idea de que cada persona tiene una zona de confort, un espacio personal que necesita para sentirse cómoda y segura. Esta zona varía según la cultura, el contexto, la personalidad y la relación que se tenga con el interlocutor. Por ejemplo, en las culturas latinas, se suele tolerar una menor distancia interpersonal que en las anglosajonas, donde se valora más el respeto por el espacio ajeno.

En el ámbito empresarial, la proxémica es un factor clave para el éxito de las negociaciones, las reuniones, las presentaciones y las relaciones laborales, en general. Una correcta gestión del espacio puede ayudar a crear confianza, credibilidad y empatía, mientras que una mala gestión puede provocar rechazo, incomodidad e, incluso, cierta tensión entre las partes.

Pero, ¿cómo podemos aplicar la proxémica de forma efectiva en el mundo empresarial? En primer lugar, es importante recordar que existe una distancia adecuada o recomendada en función del tipo de relación que tengas con tu interlocutor.

Según el antropólogo Edward T. Hall, existen cuatro tipos de distancias: íntima (de 0 a 45 cm), personal (de 45 a 120 cm), social (de 120 a 360 cm) y pública (más de 360 cm). En el ámbito empresarial, lo más habitual es usar la distancia social, que permite mantener una conversación fluida sin invadir el espacio personal. Sin embargo, dependiendo del grado de confianza, se puede variar la distancia para mostrar más cercanía o más formalidad. No es lo mismo hablar con un cliente potencial en una feria comercial que con un socio estratégico en una cena de negocios. Tampoco es lo mismo tratar con una persona de origen japonés que con una de origen brasileño. En cada caso, debes ajustar la distancia para no generar malentendidos ni ofender a tu interlocutor. Para ello, es conveniente informarse previamente sobre las normas y costumbres de la cultura con la que vas a interactuar; y, sobre todo, observar las señales no verbales que te ofrece para saber si se siente cómodo con la distancia que has establecido. Algunas de estas señales son el contacto visual, la postura corporal, los gestos faciales, los movimientos de las manos y los pies, la respiración, el tono de voz, etc. Si detectas que tu interlocutor se muestra tenso, evasivo o que empezáis a girar en círculo mientras estáis hablando, es posible que estés invadiendo su espacio personal y debas alejarte un poco. Si, por el contrario, se muestra relajado, atento, sonriente o receptivo, es posible que estés en la distancia adecuada o incluso que puedas acercarte un poco más.

Y es que, en comunicación, el cuerpo de nuestro interlocutor ofrece mucha información. Conocer la proxémica, al igual que el resto de los elementos que conforman la comunicación no verbal, te sitúa en una posición de ventaja frente al resto. Aprovéchala.

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