La inteligencia artificial en el sector financiero: una oportunidad para fomentar una banca más transparente

La inteligencia artificial en el sector financiero: una oportunidad para fomentar una banca más transparente

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La tecnología ha moldeado nuestras sociedades y vidas desde el inicio de la historia humana. No hay duda de que la evolución tecnológica impulsada por el análisis de datos y la inteligencia artificial ha transformado profundamente sectores como la salud, la educación o la logística, entre otros.

Por supuesto, también ha sido así en el sector financiero. Desde la automatización de procesos hasta la personalización de servicios, esta tecnología abre un amplio abanico de posibilidades para el sector financiero y cuenta con un potencial transformador para resolver problemas complejos. Sin embargo, su implementación no debe basarse únicamente en la búsqueda de eficiencia y rentabilidad, siendo fundamental integrarla de manera responsable. Debe servir y usarse para fomentar la sostenibilidad financiera y acelerar la transición hacia una economía más justa y sostenible. Por ejemplo, analizando grandes volúmenes de datos e identificando patrones que respalden decisiones de inversión responsables. Esto nos permitiría dirigir capital hacia empresas y proyectos que generan un impacto social y ambiental positivo.

Se trata de una herramienta que tiene el potencial de ser un aliado clave en la construcción de una banca más ética y más sostenible que ayude a identificar riesgos ambientales, sociales y de gobernanza (ASG). Una utilidad que podría traducirse en un enfoque más consciente y transparente sobre dónde y cómo se invierten los recursos financieros.

No obstante, para lograrlo, es imprescindible priorizar valores éticos en su desarrollo e implementación. No todo vale. Es crucial que los algoritmos respeten la privacidad de los usuarios y eviten sesgos que puedan excluir a ciertos grupos sociales. Es importante desarrollar sistemas que sean inclusivos, comprensibles y regulados para proteger los derechos de las personas fomentado una sociedad justa e inclusiva con el plantea y las personas que vivimos en él. Y es que esta nueva tecnología tiene la capacidad de personalizar los servicios financieros para satisfacer las necesidades específicas de cada cliente, desde recomendaciones de ahorro hasta asesoramiento sobre inversiones sostenibles. Por ello esta personalización debe basarse en un uso transparente y responsable de los datos. En otras palabras, facilitar que las personas entiendan cómo y por qué se recopilan, procesan y utilizan sus datos.

En esa línea, la seguridad en el uso de la inteligencia artificial en el sector financiero es un tema clave debido a los riesgos y oportunidades que presenta. Especialmente en los relacionados con el fraude y la ciberseguridad. De hecho, la IA generativa juega un papel importante en la identificación de actividades sospechosas y en la prevención de fraudes, gracias a su capacidad para analizar grandes volúmenes de datos, detectar patrones inusuales y alertar a las instituciones financieras sobre posibles fraudes. También supone un soporte positivo su incorporación en la parte de cumplimiento normativo mediante la automatización de procesos y la generación de informes.

Aun así, esta nueva tecnología también supone un reto en materia de seguridad, por un lado, es un aliado porque nos ayuda en la detección y prevención del fraude analizando grandes volúmenes de datos para detectar patrones inusuales de comportamiento y alertarnos, por otro es un enemigo, porque brinda la posibilidad de que actores malintencionados la utilicen para desarrollar malware más sofisticado y realizar ataques más efectivos. Motivos por los que la implementación de esta tecnología en el sector financiero debe hacerse con cautela, estableciendo protocolos de seguridad adecuados para proteger tanto a las instituciones como a sus clientes.

En este punto, garantizar que se utilice de manera ética en el sector financiero es necesario, siendo obligatorio contar con un marco regulatorio claro y robusto. Y lo más importante, no solo que exista, sino que además funcione y se implementen normativas que obliguen a las instituciones financieras a rendir cuentas sobre el impacto de sus algoritmos, así como a garantizar la transparencia en su funcionamiento. Un paso en el que todos los actores deben cooperar. Gobiernos, reguladores, instituciones financieras y la sociedad civil son esenciales para construir una visión compartida sobre cómo la inteligencia artificial puede beneficiar al bien común.

Bajo esa premisa, si hay algo que debemos tener presente es que la automatización debe estar al servicio de la humanidad. Debe complementar, no sustituir, el juicio y la empatía humana. Aun así, es cierto que encontrar ese equilibrio supone un desafío. Motivo por el que se hace aún más necesario el acompañamiento de regulación para garantizar una transición justa, como programas de entrenamiento y políticas de inclusión laboral.

En definitiva, la inteligencia artificial no es neutral y su impacto depende de cómo decidamos utilizarla. Puede ser una herramienta poderosa para transformar el sector financiero en un motor de cambio positivo, siempre que se gestione con responsabilidad y alineada con los valores de una banca comprometida con el bien común. La tecnología no define el futuro, son nuestras decisiones las que lo hacen. Sobre todo, aquellas que priorizan el bienestar de las personas y del planeta.