Durante las últimas décadas, el mercado de la energía se ha mantenido bajo un delicado equilibrio entre Rusia y la Unión Europea. Según el profesor de la Universidad de Columbia, Rawi Abdecal, han sido las compañías y no los gobiernos quienes han establecido este escenario. Un escenario de contratos a largo plazo y de precios basados en el petróleo. Como resultado, Rusia (la empresa estatal Gazprom) se ha vuelto más dependiente de la Unión Europea (de las empresas francesas, alemanas e italianas) de lo que Moscú quiere admitir. Gazprom proporciona el 10% del Producto Interior Bruto ruso y el 20% de presupuesto federal. La Unión Europea (las compañías europeas) proporcionan a Gazprom el 28% de sus ventas y el 60% de sus ingresos.
Ahora las reglas han cambiado debido a un descenso en la demanda de energía y a un aumento de las reservas de gas, a lo que se añade el boom energético en Estados Unidos. En medio de esta reconfiguración del mercado, Ucrania saltó a la primera página: primero la caída de Yanukovych, después la anexión de la Península de Crimea por parte de Rusia y ahora el levantamiento de los separatistas pro-rusos. Ni Rusia, ni la Unión Europea, ni mucho menos Estados Unidos hubieran prestado la más mínima atención al asunto si no fuera porque Ucrania es el camino intermedio entre el gas ruso y los consumidores europeos.
A principios de abril, Alexei Miller, presidente ejecutivo de Gazprom, afirmó que el precio del gas destinado a Ucrania subiría el 81%. Detrás de estas palabras, la amenaza de cortar el suministro de gas a Ucrania a menos que pagara sus deudas. En las últimas semanas hemos sido testigos de una sucesión de encuentros frenéticos y cruce de declaraciones entre Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y Ucrania con contenido cada vez más tirante, con la posibilidad de nuevas sanciones a Moscú por parte de un decidido Estados Unidos y una más reticente Unión Europea.
Dejando a un lado la política y centrándonos en el gas, la compañía alemana RWE ha accedido a proporcionar gas a Ucrania durante este año mientras el país busca la manera de reducir su dependencia del gas importado de Rusia. El gas natural es el principal elemento importado por Kiev y el gran causante del déficit comercial estructural del país. Ucrania, que ha solo recientemente ha comenzado a explorar sus enormes depósitos de gas, importa la mitad de su gas de Rusia. Otro síntoma de esta delicada situación es el hecho de que el uso del carbón en Alemania está aumentando. Su producción de energía proveniente del carbón es de 162.000 millones de kilovatios por hora, la mayor desde los días de la Alemania del Este.
La portavoz de Energía de la Comisión Europea, Sabine Berger, informó recientemente de que las reservas de gas en Europa son de 37.000 millones de metros cúbicos, cerca del 50% de su capacidad, y añadió que muchos estados estaban reponiendo sus reservas. Sin embargo, la Unión Europea debería empezar a tener en cuenta lo que podría pasar cuando se recupere completamente de la recesión y empiece a demandar más energía. Con esta perspectiva, su relación con Rusia, el proveedor más económico, no puede permanecer tirante por mucho tiempo.
¿Cuál será el papel de Estados Unidos? Para la primera economía del mundo, el problema no es Ucrania como intermediario, sino Rusia como proveedor. El punto de vista europeo es el opuesto, asegura Rawi Abdecal.
Por supuesto, Estados Unidos y la Unión Europea pueden hablar, pero el verdadero negocio es Asia, donde los precios de la energía son mayores. Las compañías energéticas, y no el gobierno americano, será quien venda el gas al mejor postor. Considerando la elevada demanda de gas natural líquido de países como Japón, China o Corea del Sur, lo más probable es que las exportaciones estadounidenses se destinen a Asia en vez de a la Unión Europea.
Ante este panorama, ¿qué podemos esperar? Dentro de la incertidumbre del futuro, el profesor Abdecal contempla dos escenarios: la desaparición de Rusia como proveedor ? lo que llevaría a nuevos acuerdos entre Rusia y China -, o la desaparición de Ucrania como intermediario. Esto último sería posible con la construcción de una vía alternativa para transportar el gas, ¿cómo? Terminando la construcción del Canal del Sur, un gaseoducto que transportaría gas ruso a través del Mar Negro hasta Bulgaria y, más allá, a otros países europeos. Juntos, el Canal del Norte (un gaseoducto desde Vyborg en Russia a Greifswald en Alemania) y el Canal del Sur, podrían proporcionar más gas del que actualmente circula a través de Ucrania. Esta situación plantea un serio conflicto en el seno de la política energética europea, pues algunos líderes europeos quieren bloquear este proyecto mientras otros lo ven como una solución para evitar los sucesivos problemas que plantea Ucrania como intermediario.
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